La Casa Real británica no sería ni real ni casa si no viviera de escándalos de bragueta. Hasta ahora los nuevos príncipes de Gales se habían mantenido exentos de esa cruz que ha torturado a todos los miembros de la familia desde tiempos inmemoriales. No olvidemos que se convertirán en reyes ungidos mediante una ceremonia de coronación casi milenaria dos personajes que nos mostraron sus fantasías sexuales antes incluso de comprometerse estando todavía casados. Los nuevos reyes de la Gran Bretaña, Carlos III y Camilla, llegan al trono divorciados y para más inri son los nietos de dos amantes eduardianos. Es el cierre del círculo perfecto.
Que la historia se repite es algo de lo que no hay duda si recordamos el caso de Alice Keppel y Eduardo VII, bisabuela de la reina Camilla y tatarabuelo de Carlos III. Una relación que ya hace décadas demostró los problemas de aunar los conceptos de matrimonio concertado y amor verdadero. Más cerca podríamos hablarles de lady Diana Spencer y su drama casi grotesco, de los York etc etc hasta que nos levantamos con la noticia de que el nuevo príncipe de Gales parece que se entiende con una íntima de su esposa. Suena a tufo y a venganza, pues las confirmaciones parecen llegar de una lejana California. Ya saben, esa guerra entre hermanos tan fea que no aporta nada bueno a la institución. Y hasta aquí puedo leer. En el caso que nos ocupa al parecer los amantes fueron vistos cenando en San Valentín, manda narices, ni que fuera una provocación.
La otra, que si la hay más vale que se prepare. no es otra que Rose Hanbury, una ex modelo que siempre ha tenido vinculación estrecha con la monarquía británica y que durante tiempo fue amiga íntima de la princesa de Gales Es marquesa de Cholmondeley después de haberse casado con David Rocksavage, 23 años mayor que ella. Su ascenso social siempre ha sido cuestionado por la prensa británica, y es que se casó con Rocksavage a los dos días de anunciar el compromiso y lo hizo embarazada. Tras diez años de matrimonio y tres hijos en común, Rose y David se divorciaron en 2019, justo cuando comenzaron los rumores de romance con el príncipe Guillermo. Miren, los aristócratas de verdad ven esos juegos como parte de su rol social. Conozco historias que harían desternillarse de risa al más puritano porque parecen de TBO. Un noble de verdad casa como debe y tras dos hijos y herederos varones de sangre la misión se da por cumplida y no se cuestiona la procedencia.
En todo caso a mí lo que me parece importante es el gesto de William, la sorpresa entre los clientes habituales del restaurante Butero Bistrot, de Varsovia, cuando le vieron cenando acompañado por su staff del Palacio de Kensington, tal y como ha publicado Daily Mail. El hijo de Carlos se encontraba en la capital polaca en un viaje que comenzó el miércoles 22 de marzo. El equipo del heredero al trono se encargó de realizar la reserva del restaurante Gay, ya que minutos antes de llegar a su mesa, esta aparecía reservada con un pequeño cartel en el que se leía Prince William. Una de las personas empleadas en el establecimiento LGTBIQ pegó con celo la reserva en una silla. Es más bonita esta historia que volver con el lío de las amantes que van y vienen.