La princesa Leonor no hará la mili, hare tres milis si se quiere. La de tierra, la de mar y la del aire. Pasará por las tres academias para conocer desde abajo al Ejército del que un día será Jefe Supremo, o Jefa. Eso sí es histórico en un continente europeo que le costó asumir que en la batalla y en la paz la mujer era tan buena como el hombre. Me temo que Leonor se lo pasará pipa con sus compañeros de promoción, que lo serán para toda su vida.
El militar que he conocido desde niño y trato con gusto es acogedor, honesto y de honor. Manda porque ha de hacerlo, y lo hace también con el corazón. He visto a capitanes emocionarse hasta las lágrimas cuando suena una canción bonita en un desfile militar, y me he emocionado con ellos. Eran de los que se iban a morir a Kosovo o a Afganistán. Leonor se empapará de esa forma de entender la vida y el honor, y el sacrificio máximo que es dar tu vida para que miles puedan seguir viviendo en libertad y paz. Lo que se vive en el moderno Ejército español es parar la guerra, ayudar a que no se desencadenen y, lo más importante, cuidarnos porque sin ellos nos comerían nuestros vecinitos armados. Y si algo no le gusta y tiene razón un día tendrá poder para cambiarlo.
Será una gran reina esta mujer bellísima. Estoy deseando verla de uniforme, marcando el paso con el arma cruzando su pecho sostenido al aire solo por sus brazos, estoy deseando que la podamos fotografiar en Zaragoza mientras toma unas cañas y se enamora de algún compañero o compañera de promoción. Subirían en el escalafón hasta que Leonor se convierta en reina. A Leonor necesitamos sentirla cerca, y me atrevo a presumir que en los próximos tres años la veremos mejor que nunca. O eso deseo de corazón por el bien de todos.