Mayte Spínola posee residencias por casi toda España y también en Viena, donde gusta pasar algunas semanas al año visitando a su gran amigo y compañero, el archiduque Andrés Salvador de Habsburgo. Sin embargo, es en la Isla y en su casa de Sol de Mallorca donde pasa más tiempo durante el año, y eso viene de lejos, pues tanto ella como la infanta doña Pilar de Borbón, de la que era íntima amiga, disfrutaban de sus veranos, pero era en los meses de otoño y sobre todo después de Año Nuevo cuando ambas se instalaban en la Isla para hacer vida de mallorquinas. Doña Pilar ya no está entre nosotros, y mucho que la echamos de menos, de hecho, aparece su recuerdo en casi todas las conversaciones pues dejó una huella imposible de borrar. Mayte ha seguido con esa costumbre ya ancestral y en cuanto acaban los compromisos sociales del verano se hace mallorquina y recorre la Isla visitando amigos que la invitamos a disfrutar de nuestras casas. Ya saben que mis salones andan siempre revolucionados, con las visitas más sorprendentes y las ensaladas más variadas.
En esta ocasión Mayte –la cena era en su honor– estuvo acompañada por su hija Rocío Barreiros, marquesa de Vívola y por su sobrina Rocío Báez Spínola, una de las mujeres más elegantes de España, artista e hija de Miguel Báez El Litri y hermana de El Litri, los toreros obviamente, padre e hijo, que no necesitan presentación. A la cena también acudió María Salom con su esposo, Xisco de España, y Pepa Noguera, enfrascada ya en los preparativos del Mercadet de Nadal y no faltaron, y se lo agradezco de corazón, Nacho Deyá, presidente del Círculo Mallorquín, con su esposa, Carmen Alemany, que es una delicia. Junto con Àngels Mercer pasamos una velada magnífica, divertida en anécdotas mil, ya que la energía y el carácter de Spínola es insuperable en todas las circunstancias imaginables. Es sin duda una de mis grandes rosas, de esas que perfuman la vida entera.