Caroline Périer la semana pasada celebró su cumpleaños en la intimidad de su casa preciosa de Can Sionet, en el Calvari, durante años epicentro de la vida social más elegante de Mallorca, con invitados que siempre era un lujo tratar y conocer.
Allí nos reuníamos los condes de París, Henri y Micaela de Orleans, Ana Rosa Pidal con su hermano Pedro Pidal Nano, recientemente desaparecido, haciendo gala de una discreción y un saber estar encomiables en quien era por dos veces marqués. Nunca faltaban los señores de Can Bosch, Dona Fanny Morell Cotoner, su hermana doña Mariana y su hijo José Francisco de Villalonga con su esposa Alicia Zaforteza o su prima Dolores de Villalonga con sus hermanos, los marqueses de Casas Desbrull, y con ellos infinidad de nombres patrios o del extranjero mezclados en una ensalada siempre perfecta.
Philippe Périer, ya fallecido, era siempre el anfitrión perfecto, dulce y atento, con una cultura tan inmensa que escucharle era el máximo regalo. Su viuda, Caroline, es la máxima expresión del chic francés. En fin, lo gracioso es que estando yo ahí apareció el arquitecto Angel Morado con su esposa. Morado fue el encargado de construir estas casas escalonadas como la montaña que les cobija.