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Las sombras del atroz crimen de la Colònia de Sant Jordi

Erika Röhrig, una suiza de 74 años, fue asesinada por su yerno, que maltrataba a su hija y a la que, supuestamente, no podía acercarse. En cambio, vivía con ella

La unidad de Criminalística de la Policía Judicial de la Guardia Civil en la finca donde se cometió el miércoles el crimen.

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Erika Röhrig, suiza de 74 años, llevaba toda la vida trabajando. Sin descanso. Había comprado una bonita casa en la urbanización de ses Colònies, a la entrada de la Colònia de Sant Jordi, y poseía algunos apartamentos en aquel núcleo turístico. Su debilidad era su hija Andrea, nacida en Alemania, por la que se desvivía. Y con ella, a pesar de ser un maltratador peligroso, vivía Vito Aníbal Temporao Martins, un portugués de 48 años con un historial delictivo kilométrico. La pareja se había separado hacía unos dos años, el varón había sido denunciado por malos tratos y había entrado en el protocolo Viogen (de violencia de género), pero se negaba a marcharse de la casa. Esta es la crónica de un crimen con muchas sombras.

Vito Aníbal apenas tenía familia en Portugal y se llevaba mal con ellos. Bebía en exceso y se sospecha que consumía otras sustancias prohibidas. Sin oficio ni beneficio, pasaba los días visitando un solar próximo, donde nadie sabía muy bien qué hacía. No podía conducir su Volvo porque había perdido el carnet tras ser sorprendido ebrio al volante, pero su suegra Erika, que se desvivía para que hubiera armonía familiar, le acompañaba a los recados que le surgían. Que eran escasos.

El miércoles por la tarde, sobre las siete, Vito Aníbal sufrió otro de sus habituales ataques de furia. Estallidos coléricos que tardaban en calmarse. En esta ocasión, como en otras, se quejó de que no tenía dinero y que quería beber alcohol. En la casa solo estaba Erika. Andrea estaba fuera, trabajando. El portugués, cegado por la furia, se lanzó sobre la anciana y le pateó repetidamente en la cabeza, hasta destrozarla. Los gritos de la mujer alertaron a un vecino, que llamó a la policía.

Cuando la primera patrulla llegó a la finca se encontró con una escena dantesco. Había sangre por todas partes y Erika yacía sin vida, en el suelo del garaje. El agresor seguía en la casa, como ido. Ausente. No ofreció resistencia. En un principio se temió que la hubiera matado con un hacha que había en las inmediaciones, pero luego se descartó esta idea. La había asesinado a golpes.

La casa quedó precintada y la Policía Judicial de la Guardia Civil se hizo cargo de la investigación. El detenido, que se negó a declarar, fue trasladado al cuartel de Campos, a la espera de declarar ante el juez de Manacor, presumiblemente hoy por la mañana. Algo no cuadra en el macabro homicidio de la Colònia de Sant Jordi: ¿Cómo es posible que un maltratador denunciado que durante 22 años había vejado a su mujer siguiera viviendo con ella y su suegra?

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