Minutos después de que el incendio del tercer piso del edificio de la Avenida México se diera por extinguido, un hombre sin camiseta y repleto de tatuajes, que vive en una planta baja de una finca colindante, ha levantado la persiana blanca de una de las ventanas de su vivienda y se ha dirigido a un grupo de policías y bomberos que sorbían agua:
–¿Os podéis ir a otro lado que aquí estamos descansando?– ha preguntado el vecino con voz rasgada y como si se hubiera acabado de desperezar.
–Sí, nos iremos cuando acabemos el trabajo– ha respondido de forma educada uno de los bomberos, atónito ante la propuesta del hombre, que ha bajado la persiana de golpe, molesto por la presencia de los integrantes de los equipos de extinción, que se han empleado a fondo para sofocar las llamas del domicilio afectado.
En la acera de enfrente de la finca evacuada por el incendio, un corrillo de vecinos comentaba que habían tenido suerte, al fin y al cabo:
–¿Qué, se podría haber pegado fuego todo, eh?
A Francisco Molina le ha llamado su madre para informarle de que se había quemado la casa de su tía. El padre del hombre, que vive en el Tercero B, ha visto que la puerta del domicilio estaba abierta y ha intentado apagar el fuego, pero ha salido «una bola de humo» y ha huido.
«Ahí está mi padre con el pelo quemado, el pobre», ha comentado Francisco mientras señalaba a su padre, un hombre con la camiseta del Real Madrid que estaba siendo atendido por los sanitarios, quienes le han suministrado oxígeno.