Era la víspera de Reyes de 1998 y Miquel Àngel Valls Marqués, un joven tímido e introvertido vecino de Palma, salió de su casa después de comer, para dar una vuelta. Tenía 20 años. Hay testigos que lo vieron en la Plaza de España y otros regresando a casa, horas después. Sin embargo, cuando estaba a 200 metros de su portal alguien se cruzó en su camino y el estudiante de Hostelería ya nunca llegó al piso. Hasta hoy. Esta es la crónica de una inquietante desaparición que cumple 26 años y que fue uno de los grandes misterios con los que investigó la Policía Nacional en aquellos años.
Andreu Valls, el progenitor, estaba prejubilado y el tiempo libre que tenía intentaba averiguar el paradero de su hijo. Su familia reconstruyó sus últimos pasos con exactitud: se sabe que el joven, que estudiaba hostelería y realizaba la prestación social sustitutoria en Son Tugores, salió de su casa de la calle Pons i Gallarza a las 16.30 horas.
Coincidió con una amiga en la Plaza de España, que le preguntó si le acompañaba a la cabalgata. «Mi hijo le contestó que no, que tenía dolor de cabeza y que quería irse a casa», contó Andreu. Luego, unos primos y una vecina lo vieron de regreso, pero cuando estaba a punto de llegar algo ocurrió. Hay constancia de que se topó con dos hombres, pero no se sabe de qué los conocía. Ese encuentro supuestamente casual lo cambió todo para siempre.
Curiosamente, días antes de desaparecer fue visto en un bar de la Plaza del Tubo, en la zona de los institutos de Palma, con dos varones desconocidos. ¿Eran los mismos con los que se encontró esa víspera de Reyes, a 200 metros de su casa? Todo indica que sí.
La familia aportó otro dato inquietante: un individuo que conocía a Miquel Àngel por un negocio que tuvo cerca de la casa de Pons i Gallarza esperó un domingo a que el joven acudiera a misa en la Encarnación y cuando le abordó le ofreció un turbio asunto relacionado con la homosexualidad.
Cuando el sujeto se marchó, un primo de Miquel Àngel le preguntó de qué habían estado hablando y el desaparecido le explicó la breve conversación. La policía investigó esta línea, pero el sospechoso negó aquella charla y la hipótesis se agotó. Con todo, Andreu opinó siempre que su hijo, por su carácter introvertido y su personalidad influenciable, pudo haber sido captado por una secta.
En aquella época no había redes sociales como las conocemos ahora, pero el caso, desvelado por Ultima Hora, tuvo una gran repercusión mediática. Se repartieron infinidad de carteles por las calles de Palma con la imagen de Miquel Àngel y una breve descripción: "Mide 1,68, tiene el pelo y los ojos castaños, es de complexión delgada y necesita gafas".
Ahora, 26 años después de aquellos dramáticos acontecimientos, todavía no se ha podido esclarecer quiénes eran aquellos dos individuos con los que el joven tímido se vio dos veces en pocos días. Además, la sombra de la sospecha siempre se extendió sobre el comerciante que tenía un negocio cerca de Pons i Gallarza y le hizo proposiciones deshonestas al estudiante de hostelería.
Sea como fuere, sin embargo, nunca se pudo demostrar que Miquel Àngel había caído en una trampa y el caso, con los años, se fue diluyendo, policialmente hablando. Las pesquisas del Grupo de Homicidios se mantuvieron vivas hasta que finalmente se estancaron. Ahora, salvo que surja una nueva pista, ya nadie busca a Miquel Àngel. Salvo su familia, que nunca ha perdido la esperanza de volverlo a ver.