Ella conoce bien cuál es el significado de ese chaleco que reza 'Aduanas' en su parte posterior. Lo portan siempre algunos miembros en las operaciones policiales más importantes. La sociedad, que desconoce en su mayoría el trabajo de este cuerpo específico, todavía se confunde más si ve el símbolo de la Agencia Tributaria sobre uno de estos agentes. Pero tiene todo el sentido. Se trata del llamado SVA, el Servicio de Vigilancia Aduanera. Se consideran agentes de la autoridad y van armados aunque no forman parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Se les considera un cuerpo de élite porque además de afrontar numerosos delitos de diferentes tipologías, como el narcotráfico, el blanqueo de capitales o incluso la trata de seres humanos; practican tanto la investigación como la actuación en el campo y los conocimientos judiciales.
Beatriz ejercía como abogada y a través de un conocido en la Policía Nacional se enteró de las oposiciones a Vigilancia Aduanera. Se enamoró de sus funciones. «Es cierto que es una unidad tan desconocida y compleja que hasta que no entras dentro, no llegas a conocerla bien; sólo sabía que era un cuerpo armado, que se dedicaba a la represión del tráfico de drogas, pero poco más», nos cuenta. Un magistrado la ayudó a tomar su decisión: «si lo que quieres es perseguir a los malos, ya sabes», le dijo. Beatriz iba para fiscal pero no quería ejercer una función judicial pura; en esta unidad encontró el cóctel perfecto para su desarrollo profesional.
Específicamente, dedican una gran parte de su tiempo a la investigación, tienen acceso a las bases de la Agencia Tributaria y a los millones de datos extraíbles de las mismas, realizan investigaciones de calle, seguimientos, acciones conjuntas en mar y tierra, persecución del contrabando; la lista es infinita pero a la jefa regional de la isla, le brillan los ojos. «Llevo un año y medio como jefa y sólo tengo buenas palabras. En la jefatura todos son hombres pero me he sentido tan arropada, tan respetada y tan apoyada; sinceramente, siempre me he sentido parte de un equipo», explica.
Aunque antes de ser jefa, Beatriz aterrizó en el grupo de blanqueo de capitales y tuvo que enfrentarse a «la investigación más compleja que ha llegado a las manos de Vigilancia Aduanera en Baleares». Habla de la Operación Run Out, más de diez millones de euros blanqueados desde Mallorca y con origen en las obras públicas de Guinea Ecuatorial.
«Comenzamos la investigación a través de unas informaciones periodísticas y el movimiento que inicia Portugal. Empezamos a trabajar con un policía judicial portugués, montamos un equipo con Europol y descubrimos que uno de los testaferros reside en Baleares», nos detalla. En esta investigación, de la mano del Jefe del área regional de Vigilancia Aduanera de Baleares, Carlos González, la joven inicia su andadura encargándose del análisis de las cuentas bancarias: «Obtener información bancaria siempre es complicado, y a la vez, coordinar equipos operativos a nivel internacional, también era otro aspecto complejo; con el tiempo me vi yendo a Europol, me pareció una responsabilidad muy grande y a la vez una gran oportunidad, no es algo que puedas hacer todos los días», recuerda.
Beatriz destaca la importancia del trabajo que no es tan visible para el ciudadano, por ejemplo, en una trama como la relacionada con Guinea Ecuatorial no basta con abarcar el conocimiento necesario, saber cómo se montó la trama, identificar las sociedades que se utilizaban para blanquear o saber cuántos países había implicados; luego hay que vincular y demostrarlo todo para poder probarlo ante un juez. «Hay que determinar donde está el dinero que no se obtuvo de forma lícita y demostrar como se le da la apariencia de legalidad, todo tiene que estar acreditado».
Esa tensión se podía palpar la noche antes del estallido. «Era la primera vez y fue muy bonita, había muchos nervios, mucho cansancio acumulado, nos saltaban incluso las lágrimas; es impresionante formar parte de un operativo tan grande y además salió todo muy bien y hubo una gran coordinación». Pero el mayor volumen de trabajo, apareció después. Tras el registro, el departamento se encontró con toneladas de información que tuvo que traducir, documentar y organizar. «Hay que trabajar minuciosamente pero también con ritmo porque atrasarse puede perjudicar a la causa, a las jueces, a todos», explica.
Desde hace un año y medio, Beatriz Ojeda, ejerce como jefa de la unidad regional operativa de Vigilancia Aduanera en Mallorca y sigue viviendo las operaciones con la misma intensidad e incluso con una dosis más de preocupación: «Lo vivo con muchos nervios, la noche antes del estallido no duermo, me implico mucho a nivel personal, siempre preocupada por el personal que tengo al cargo, aunque tengo gente en la que confío al 100% y eso es muy importante». Para ella, incluso antes que los resultados, hay tres cosas básicas en un operativo, que salga bien, que se aprenda de ello y que se desarrolle con seguridad.
Y así es como ha ocurrido. Algunos de los operativos más importantes de la unidad se han producido bajo su mando, la aprehensión récord de 8,3 toneladas de hachís en Ibiza, las 10.900 pastillas de MDMA incautadas en Palma además de otras drogas ocultas en el doble fondo de latas de tomate, intervenciones de contrabando de especies protegidas como en el caso de los colmillos de elefante e incluso el reciente macro-operativo realizado en La Soledad dirigido a desarticular uno de los clanes más activos en el narcotráfico; un enorme abanico de delitos que esta unidad específica, judicial y operativa, afronta todos los días.