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EL OTRO RELATO

Del café en los barcos a la cocaína en Sant Joan

Condenado a siete años de cárcel un hombre que dijo que quería vender café en el sector náutico y le intervinieron 100 kilos de droga

El acusado, durante el juicio celebrado el pasado noviembre en la Audiencia de Palma. | Alejandro Sepúlveda

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Pablo Emilio C. declaró en el juicio en la Audiencia de Palma que su idea era vender café importado de Colombia en el sector de la náutica en Mallorca. Quería que los capitanes de yates y la tripulación tomaran buen café y empezó a suministrarles pequeñas dosis a sus amigos para que lo probaran. Les pareció «muy dulzón» y el hombre decidió pedir otras variedades con otros proveedores.

Pablo Emilio enumeró una serie de personas a las que les habría entregado las muestras. Un tal Fabio... y otros amigos ingleses. Ninguno compareció en el juicio celebrado el pasado noviembre porque, supuestamente, estaban navegando.

Agentes del Servicio de Vigilancia Aduanera intervinieron el 17 de febrero de 2022 en el aeropuerto de El Prat en Barcelona cuatro paquetes de café con 25 kilos cada uno. La mercancía contenía en realidad casi 100 kilos de cocaína que procedía de Colombia y su destinatario era Pablo Emilio C., que vivía en Sant Joan. Los paquetes se entregaron de forma vigilada tras sustituir la droga por cemento.

El día 22 un repartidor entregó al hombre los paquetes intervenidos y fue detenido. El sospechoso aseguró en el juicio que no sabía por qué el pedido de Sudamérica llegó a su casa con sustancias estupefacientes. «Yo quería importar café de Colombia para venderlo en el sector náutico, no sabía que los paquetes tenían cocaína».

La Audiencia ha condenado al Pablo Emilio C. a siete años de cárcel por intentar introducir en Mallorca 100 kilos de droga ocultos en café desde Colombia. El tribunal también le impone una multa de un millón y medio de euros. Los jueces sostienen que la versión que ofreció el acusado en la visa oral «resulta inverosímil» y contradictoria.

En el juzgado de Instrucción 2 de Manacor manifestó que quería vender el café a cafeterías y bares y en el juicio contó que quería comercializarlo con tripulantes de barcos. Los jueces desmontan su coartada a pesar de reconocer que no existe ninguna prueba directa sobre su participación en los hechos. «No presenta ni identifica a las personas a las que dio a probar el café, ni a las cafeterías a las que quería vendérselo. No plantea cuál era su plan de negocio y comercialización o los beneficios de importar el café desde Colombia», sostienen.

«Resulta sorprendente que se haga un pedido para dar muestras de 100 kilos sin conocer siquiera quien es su proveedor y si le va a gustar la marca». La sentencia apunta que no resulta creíble que Pablo Emilio no supiera que el contenido de los paquetes que recibía era cocaína y pensase que se trataba de café: «No ha precisado las personas a las que ofreció muestras de café, a quién pensaba vendérselo, se ha contradicho al explicar quiénes serían sus potenciales clientes, si las cafeterías o los tripulantes o ambos. No ha facilitado la testifical de la amiga con la que habría comenzado a importar café».

«Dice que quería exponerlo en una feria y a la vez dice que no tenía puesto para hacerlo. Sus ingresos eran bajos para meterse en operaciones que le costaban entre 200 y 300 euros sin conocer siquiera la calidad del café que importaba», añaden los jueces, que zanjan: «Pablo Emilio estaba importando cocaína de Colombia para su distribución en España bajo el pretexto de empezar como autónomo en la comercialización de café de Colombia».

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