En enero de 2010 un salvaje crimen estremeció a los vecinos de la barriada palmesana de Camp Redó. Un hombre que sufría esquizofrenia asesinó a su novia con discapacidad mental y le arrancó los pechos. Después huyó vestido de mujer, hasta que fue detenido en Sant Llorenç, tras una búsqueda contrarreloj que movilizó a todas las policías de Mallorca y a la Guardia Civil. Esta es la crónica del brutal asesinato de Joana Maria Rebassa Bennàssar, de 45 años, a manos de José Juan Puchal Pérez, de 53.
Los dos llevaban unos años viviendo juntos en una vivienda tutelada de la calle Sant Josep de la Muntanya, a la altura del número 7, propiedad de la familia de ella. Eran, en palabras de los vecinos, la pareja perfecta: "Iban siempre de la mano y se querían mucho. Se daban besos todo el tiempo", recordó uno de los residentes. En la noche del 21 de enero ambos salieron de fiesta y al volver a casa vieron la televisión, de acuerdo con la reconstrucción de los hechos que llevó a cabo el Grupo de Homicidios de la Policía Nacional. Al rato, ella se fue a la cama, cansado. Él la siguió, con otras intenciones. Quería mantener relaciones sexuales con su novia, pero Joana Maria lo rechazó.
José Juan, enfurecido, se abalanzó sobre ella y la estranguló. A continuación, acudió a la cocina y regresó a la habitación blandiendo un cuchillo, con el que la degolló. Luego, en un ataque de ira, le arrancó los pechos con un cúter. Antes de huir limpió la casa, intentó ocultar algunas pruebas y escapó con una maleta. Iba vestido de mujer, con un sujetador femenino en el pecho y se había puesto los pendientes de ella.
Un familiar de la asesinada, alarmado al no tener noticias de ella, acudió horas después a la casa y se encontró con la macabra escena. La policía montó un gran dispositivo de búsqueda, con la colaboración de la Guardia Civil y de todas las policías locales de la Isla. Días después, en Sant Llorenç, dieron con él. Arrastraba una maleta y llevaba las ropas de mujer con la que huyó. «Yo no he hecho daño a nadie en mi vida, me encontré a Juana María ya muerta. No la he matado yo». José Juan Puchal Pérez negó ante la policía, nada más ser arrestado en Sant Llorenç, ser el autor material del crimen. Las pruebas contra él, no obstante, eran abrumadoras.
El vecino de la calle Sant Josep de la Muntanya cometió el crimen bastantes horas antes de que fuera encontrado el cadáver, a las nueve de la noche del jueves. Por ese motivo, tuvo tiempo suficiente para escapar de su casa. No conducía ni tenía coche, y parece ser que se dirigió en autobús al Pont d'Inca, donde una patrulla de la Guardia Civil receló de él. Sin embargo, la descoordinación policial impidió que la patrulla supiera que José Juan Puchal, el hombre que acababan de identificar, era el fugitivo más buscado. Así pues, lo dejaron marchar y poco después, cuando por fin el CNP, la Guardia Civil y las policías locales comenzaron a colaborar, se supo que era el asesino huido.
Su siguiente parada fue Porto Cristo, donde fue visto deambulando con su maleta. Sin embargo, en esa ocasión los agentes tampoco habían sido requeridos oficialmente para colaborar en la búsqueda y de nuevo José Juan pudo escapar. Llegó a Sant Llorenç, donde había tenido una caseta de campo, por lo que conocía el municipio. Un agente de la Policía Local de Sant Llorenç, que estaba fuera de servicio, reparó a las nueve de la noche en un varón que caminaba por la carretera, junto a la cuneta. La descripción física coincidía plenamente con la del presunto asesino de Camp Redó, por lo que el funcionario adoptó la medidas de precaución necesarias para evitar sobresaltos inesperados.
José Juan, sin embargo, se mostró muy pacífico y no opuso resistencia. Confirmó que se trataba del vecino de la calle Sant Josep de la Muntanya, en Palma, y de forma espontánea negó que fuera el autor del crimen. Añadió que él nunca había hecho daño a nadie y que se encontró el cuerpo de su compañera sentimental ya sin vida, en la casa que ambos compartían junto a Corea.
El acusado fue trasladado al cuartel de la Policía Local de Sant Llorenç, donde inicialmente debía ser recogido por la Benemérita, para su posterior entrega al CNP. Sin embargo, el Grupo de Homicidios se hizo cargo directamente de él y lo bajaron a la Jefatura de la entonces calle Ruiz de Alda, en Palma. Antes, con todo, fue examinado por un médico en un centro de sa Coma. En sus declaraciones posteriores reconoció el crimen, pero no que le arrancara los pechos. El juez Carlos Izquierdo fue el encargado del caso y el fiscal Gabriel Rullán pidió que fuera acusado de asesinato. Estaba por ver si al ser esquizofrénico podía quedar exculpado.
Finalmente, un jurado popular lo halló culpable y el magistrado dictó para él una condena de 18 años de cárcel en un centro psiquiátrico. Esa era la peor pesadilla para José Juan: "Que me metan en la cárcel, pero nunca más en un psiquiátrico", repitió durante el proceso.