Un recorte de una revista reposa entre las cenizas de lo que fue el comedor de la casa de Josefa Requena, de 56 años, a las afueras de Porreres: Terremoto en Italia. ‘Pasta a la Amatriciana' para ayudar a las víctimas del seísmo. Un incendio arrasó la vivienda el pasado 29 de julio a las once de la mañana, mientras Josefa estaba en el médico en Palma. Su vecino José le llamó para decirle que veía humo en su finca.
–¿Sospecha de alguien?
–(...)
–Está en manos de la Guardia Civil, yo no puedo decir ningún nombre, pero creen que ha sido intencionado...
La mujer, que tiene cinco hijos y dos nietas, se echa las manos a la cabeza al volver ayer por la mañana a la que ha sido su finca durante los últimos seis años. Vivía sin luz. «Decidí hacerme una casita con mis propias manos. Mis hijos nunca han querido que yo estuviera aquí, pero encontré mi tranquilidad con mis gatos, mi perro y mis plantas».
Unos veinte gatos pequeños aparecen de repente y empiezan a maullar sin cesar cuando oyen la voz de Josefa. Están hambrientos y restriegan sus lomos por las piernas de la mujer, que viste con ropa que le han donado.
–¿Por qué no me he quemado yo?– se pregunta entre lágrimas.
La casa se encuentra situada en el Camí de Banyeres, un camino pedregoso en lo alto de la montaña que está rodeado de chumberas y alguna que otra finca. Unos alemanes han comprado una posesión por «un millón y medio de euros» junto al domicilio devorado por el fuego.
El salón de la casa de Josefa o Pepi, como la llaman, estaba decorado con fotos de sus hijos y completamente amueblado. Una lámina del cuadro El Grito, de Edvard Munch, presidía el salón comedor. Ya no queda nada, ni un mueble. Solo restos de algunas revistas, el libro El manuscrito carmesí, de Antonio Gala, y platos troceados en el escurreplatos de la cocina. Josefa llora y camina entre los restos de lo que fue su casa hasta la mañana del pasado 29 de julio.
–Mire los pañales, mire lo de mi nieta. Aquí tenía todo guardado para la habitación de mi niña...
El 6 de abril celebraron el cumpleaños de una de sus hijas e hicieron una fiesta en la terraza junto a un horno que nunca ha utilizado. A su hija le pintaron la barriga porque estaba a punto de nacer la niña. Los globos inflables siguen colgados del techo ajenos a las llamas que hicieron añicos su hogar.
«Toda mi vida ha quedado enterrada entre cenizas, tengo fotos de una casa como Dios manda montado. A los árboles les habían empezado a salir los frutos y les enviaba las fotos a mis hijos», cuenta. Josefa, que carece de seguro para el hogar, pide ayuda para recuperar su casa.
«Ayer [por anteayer] estuve con la asistenta social y me pidió documentación. Me dijo para hacer una solicitud para irme a un refugio o a una vivienda compartida, pero en Porreres no hay nada. Ella sabe que me estoy quedando en mi coche a dormir y que yo quiero luchar por recuperar mi casa». Josefa se pone las manos en la cabeza, como el cuadro de Munch, y repite:
– No puedo, no puedo...
El apunte
La ayuda de Gloria, su amiga desde hace 30 años
Gloria es una amiga de Josefa desde hace más de 30 años que le está ayudando a salir del paso. Ayer comieron una pizza que hizo el marido de Gloria «al estilo Arguiñano». Josefa, que tiene una paga de poco más de 300 euros, duerme en el interior de un Opel Corsa antiguo desde que su casa se incendió.