En 1996 la alemana Ilse Irene Michaelis apareció violentamente ahogada en su bañera de su casa de la Playa de Palma. Dos años después, en un hostal próximo, el conserje de noche José Bernat Tomás fue salvajemente atacado en su hostal y asesinado a golpes. Años después, la Policía Nacional aclaró el misterio: los dos homicidios eran supuestamente obra de una siniestra pareja homosexual, que al final solo fue condenada por el último asalto.
Esta es la crónica de dos crímenes que causaron una enorme alarma social y se convirtieron durante años en un quebradero de cabeza para los investigadores palmesanos. Un dato fue la clave para revolver los dos misterios: en ambos casos la pareja formada por Peter y Mathias fue quien encontró «casualmente» los cadáveres y llamó a la policía. Demasiadas casualidades.
Ilse vivía sola en unos apartamentos de la calle Marbella y el 6 de noviembre de 1996 unos vecinos y compatriotas suyos encontraron el cadáver, flotando en la bañera. La policía comprobó que tenía las manos atadas con un sujetador y le habían anudado un pantalón al cuello. En la cabeza tenía marcados cuatro dedos, de la mano que la había ahogado con fuerza en el fondo de la bañera. La caja fuerte había sido forzada y de la casa faltaban joyas y dinero. El Grupo de Homicidios llevó a cabo una exhaustiva investigación, pero no encontró al asesino. Solo quedaba claro el móvil, que había sido el robo. Y que el criminal era un hombre (o varios), con fuerza suficiente para ahogarla pese a su tenaz resistencia.
Dos años después, en el hostal Marbel de la calle Plinio, en Can Pastilla, se registró un nuevo y sangriento crimen. El 9 de diciembre de 1998, de madrugada, José Bernat Tomás, de 39 años, hacía la guardia de noche. Era el hijo del propietario y había cambiado el turno a otro empleado. Se dirigió al baño, en la planta baja, y cuando estaba orinando fue atacado brutalmente por la espalda. Le golpearon con un macetero de hierro y cuando pudo girarse lo estrangularon con una camiseta. Dejaron el cuerpo inerte, pero regresaron poco después con un mantel, con el que lo remataron asfixiándolo. A primera hora de la mañana, uno de los clientes del hostal "descubrió" el cadáver destrozado en los aseos. Avisó a una prima del fallecido y a un camarero, que corriendo hasta la planta baja y se horrorizaron al ver a un hombre con el rostro desfigurado, en medio de un gran charco de sangre. No reconocieron a José Bernat y pensaron que se trataba de un cliente.
Los asesinos, mientras tanto, habían borrado huellas con productos de limpieza y habían envuelto sus ropas ensangrentadas en una toalla, que arrojaron a un contenedor de basura a unos 200 metros del hostal. Con tan mala suerte de que una mujer, curiosa, abrió el paquete y descubrió la sangre. Comenzaba a estrecharse el cerco sobre Peter Diehlman, de 53 años, y Mathias Herwart Simm, de 29, una pareja gay que curiosamente se alojaba en el Marbel y habían contraído una deuda de 150.000 pesetas de la época con el hostal.
Se daba la circunstancia de que ellos habían «encontrado» el cadáver, pero días después se habían marchado precipitadamente a Alemania, para después trasladarse a Austria. Los dos pantalones y la camiseta de la pareja, que aparecieron en la basura, fueron analizados y se confirmó que la sangre era de la víctima. Ellos sostuvieron, con naturalidad, que se habían manchado al acercarse al cadáver, el día que lo encontraron en el baño, pero había un dato que no cuadraba y que se les escapó: no eran manchas, sino salpicaduras. Es decir, lo habían atacado y la sangre les había salpicado.
El caso dio un giro radical cuando trascendió otro macabro detalle: los dos novios habían sido vecinos de Ilse Irene Michaelis, cuando apareció asesinada en su bañera en 1996. Y había más: curiosamente ellos también habían descubierto el cadáver. Estadísticamente, es casi imposible que una misma persona descubra dos crímenes con dos años de diferencia en una misma barriada. Se cursó, pues, una orden internacional de detención y Peter y Mathias acabaron detenidos y encarcelados en 1999, mientras el Grupo de Homicidios de Palma ultimaba los cargos contra ellos. La pareja clamaba por su inocencia, pero a medida que se estrechaba el círculo el caso estaba cada vez más claro. En ambos casos el móvil de los crímenes había sido el robo y los agentes descubrieron que los dos alemanes, en aquella época, malvivían en la Playa de Palma, sin apenas recursos económicos. Su situación era límite.
Sin embargo, demostrar su participación en el crimen de la bañera era una tarea titánica y la jueza del juzgado de Instrucción número 10 de Palma decretó el archivo de las diligencias, a petición del abogado defensor Juan José Cano de Alarcón. No había pruebas contra los alemanes, al margen de que hubieran sido ellos quienes habían encontrado el cadáver de su vecina. La fiscalía no estaba de acuerdo y recurrió la medida ante la audiencia, aunque finalmente el tribunal ratificó el auto del archivo provisional. Fue una victoria pírrica para los acusados, porque el segundo crimen, el de José Bernat Tomás, sí llegó a juicio, con un jurado popular.
Fue en 2003 y la pareja, con una inquietante sangre fría, se proclamó inocente de todos los cargos. Escuchaban a los testigos apenas sin inmutarse, Peter inexpresivo tras un bigote recortado y Mathias con rostro aniñado. Incurrieron en numerosas contradicciones y el jurado popular, tras arduas deliberaciones, emitió un veredicto de culpabilidad. Fueron condenados a 20 años de cárcel y dos años después el Tribunal Supremo ratificó la sentencia. La pareja aprendió una lección de criminalística: toparse con dos cadáveres asesinados es demasiada coincidencia.