El reloj marcaba las nueve y media de la mañana cuando el pastor Mateo Galmés reparó en que su perro llevaba algo en la boca. Ese día, acompañado por su compañero Esteve Sureda, el hombre guardaba a sus ovejas en la finca de sa Gruta, próxima a Porto Cristo. Era el 3 de noviembre de 1999. Lo que el can había encontrado era una mano de María del Carmen del Salto Fajardo, una joven de 28 años que llevaba desaparecida desde el 22 de mayo, cuando un depredador sexual llamado Andreas Ingo Okulus se la llevó en coche de un bar. Este es el relato de un crimen que tuvo en vilo a la sociedad mallorquina y que conmocionó especialmente al Llevant, donde la víctima era muy conocida y apreciada.
Carmen del Salto era una chica de complexión fuerte y de una altura considerable. Una trabajadora infatigable y muy responsable, que estaba empleada en una lavandería de Son Servera. Era encantadora, así que tenía numerosas amigas y amigos, aunque no salía demasiado. Prefería quedarse en casa, descansando en el sofá, o leyendo un libro. Nació en 1971 y era la segunda de seis hermanos. Sus padres, Enrique del Salto y Engracia Fajardo, eran oriundos de Jaén, pero llegaron a Mallorca en busca de un futuro mejor. Se establecieron en Manacor y alquilaron un piso frente al antiguo hospital de Fray Junípero Serra. Siete años después, el progenitor pudo montar la próspera empresa "Pinturas hermanos Del Salto". A finales de los setenta se establecieron en Porto Cristo, donde encajaron sin problemas con sus nuevos vecinos mallorquines. En 1999, Carmen del Salto estaba a punto de independizarse. Había roto con su novio, pero tenía muchos planes de futuro. Toda una vida por delante. Hasta que un aciago 22 de mayo un monstruo alemán se cruzó en su vida. Para siempre.
Andreas Ingo Okulus había nacido el 10 de mayo de 1966 en Hamburgo. Su padre trabajaba en el puerto, que había sido destruido durante los bombardeos aliados de la Segunda Guerra Mundial. El cabeza de familia murió en 1997 y su esposa, ama de casa, quedó al frente del clan. Okulus tenía dos hermanos mayores. En apariencia, se trataba de una familia normal. El 3 de abril de 1995 entró en el Cuerpo de Bomberos de Hamburgo, y se había separado de su pareja, con la que en 1991 y 1993 tuvo dos hijos. Le pasaba 465 marcos al mes en concepto de manutención. El funcionario alemán era, además, instructor de buceo. El 22 de octubre de 1999 se casó con su mujer, Ute Sablonski. La fecha no tendría mayor importancia de no ser por un siniestro detalle: Okulus ya había matado a Carmen del Salto en Mallorca y simulaba no saber nada de la joven mallorquina, mientras la policía y la prensa de su país le hostigaban en su casa de Hamburgo.
Los dos protagonistas de esta trágica historia estaban, el 22 de mayo de 1999, en el bar Van Van de Cala Bona. Carmen del Salto había salido con cinco amigas y tras consumir unas copas tres de ellas se habían ido. Okulus ocupaba una mesa con un matrimonio de Núremberg que había conocido en la Isla, donde se costeaba sus vacaciones ejerciendo de instructor de buceo en Cala Rajada. Meses antes, según escribió en su diario el alemán, ya había abusado de una chica en Palma, pero ella no le denunció. Carmen del Salto se encontraba mal y se golpeó con una mesa. Desgraciadamente para ella, era la mesa de Okulus. Al momento, el pervertido vio a una presa fácil, a una víctima indefensa. Se levantó para auxiliarla y se ofreció a llevarla al hospital, porque se había golpeado la cabeza. Primero, sin embargo, tuvo que dejar a sus amigos de Núremberg en su hotel y les convenció de que, a continuación, se llevaría a la joven mallorquina al médico. Lo tenía todo planificado, aunque en ese momento nadie lo sabía. Y, por supuesto, en esos planes no entraba llevarla al médico.
La desaparición de Carmen del Salto conmocionó a Mallorca. En cuanto se descubrió que un oscuro bombero alemán había sido el último que había estado con ella, y que al día siguiente había abandonado precipitadamente Mallorca, todas las sospechas se centraron en él. La angustia de los investigadores y la familia se acentuó cuando se supo que era un depredador sexual y que había tenido incidentes anteriores. Sin embargo, faltaba por encontrarse el cuerpo de la joven de Porto Cristo y el bombero no podía ser detenido si no aparecía el cadáver. Él reconoció que esa noche estuvo con la joven, pero negó cualquier relación con su desaparición. Sobre su precipitada vuelta a Alemania, sostuvo que su madre había enfermado de súbito, pero todo era mentira. Una excusa más de un mentiroso compulsivo, cada vez más acorralado. En noviembre el cerco se había estrechado hasta límites insospechados y Okulus pidió vacaciones en su trabajo y se encerró en su casa de Hamburgo, junto a su esposa. Afuera, en la calle, esperaban numerosas periodistas y, discretamente, montaba guardia la Polizei alemana, a la espera de acontecimientos.
Y ese vuelco llegó finalmente el día 3, cuando el perro del pastor encontró una mano con una pulsera. El cuerpo, en avanzado estado de descomposición, había sido envuelto en unas cortinas y escondido entre unos arbustos. Sin embargo, esa zona había sido peinada en mayo, cuando desapareció Carmen del Salto. Nadie pudo explicar por qué no fue localizado entonces el cadáver. La autopsia y los estudios del insigne forense Javier Alarcón permitieron después determinar que Okulus había asfixiado a la joven mallorquina con una prenda de ropa, mientras la violaba en aquellos descampados de Porto Cristo. Dos días después del macabro hallazgo en Mallorca, el bombero alemán fue detenido en su casa de Hamburgo. Se mostró distante, frío. Como si la cosa no fuera con él. Pero dejó pistas. En su diario hablaba de otra joven a la que había violado en Palma, pero ese caso nunca se denunció y Okulus no pudo ser juzgado por aquellos hechos.
En cambio, sí se sentó en el banquillo por la violación y crimen de Carmen del Salto. Fue en junio de 2000. El depredador sexual germano continuó con la misma actitud: una frialdad que helaba la sangre de todos los presentes en la sala. Tomaba notas y procuraba evitar las miradas del público. La familia de la joven mallorquina, con sus padres, sus hermanos y un cuñado, viajó a Hamburgo para ver por primera vez al acusado. Se vivieron momentos de gran tensión, porque para ellos fue muy complicado gestionar tanta rabia contenida durante meses. El abogado de Okulus, Ernst Medecke, intentó recusar al tribunal porque, entre otros motivos, no le habían financiado un viaje a Mallorca para inspeccionar la escena del crimen. No tuvo suerte. Su defendido, durante el juicio, insistió en sus mentiras iniciales: esa madrugada del 22 de mayo dejó a Carmen del Salto «cerca de un monolito» en Porto Cristo, donde vivía. Y ya no volvió a verla. Pero el tribunal no le creyó.
El magistrado presidente de la sala, con voz firme, comenzó a leer el fallo de la sentencia, que le condenaba a cadena perpetua: «En el nombre del pueblo se determina que Andreas Ingo Okulus es culpable del asesinato y violación de María del Carmen del salto» y el acusado, desconcertado por primera vez, musitó unas palabras. Un hermano de la mallorquina saltó, indignado: «Calla cabrón, calla asesino». El juez reestableció el orden, mientras los familiares de la joven mallorquina se abrazaban, emocionados. Engracia Fajardo, la madre, rompió a llorar: «Ya he cumplido la promesa que le hice a mi hija: ver encerrado a su asesino».