Por mar o aire. Agudizando al máximo el ingenio para esquivar los posibles controles rutinarios. Utilizando a terceras personas que asumen estos arriesgados viajes por dinero. Así entran los narcotraficantes la cocaína a Mallorca. Una Isla donde históricamente, al contrario que ocurre con Galicia o el Campo de Gibraltar, la atención mediática se ha centrado en la venta final del producto con grandes operaciones policiales contra los clanes gitanos u organizaciones de la Part Forana. Quedando así la importación de esta droga en un segundo plano.
Mallorca no es Galicia. Por evidentes cuestiones geográficas Mallorca no es un punto de distribución al resto de España. Salvo extrañas excepciones aquí solo se importa la droga que posteriormente abastece el mercado local. Esto, sumado a que las dificultades logísticas y de ocultación aumentan cuando las cantidades son mayores, tiene como resultado que las importaciones de cocaína en Mallorca sean generalmente a pequeña escala y en cantidades muy lejanas a las toneladas que se pueden llegar a mover en otros lugares del país. Las organizaciones mallorquinas, principalmente clanes gitanos, traen cantidades de cocaína pequeñas o medianas que pueden ir de uno a treinta kilogramos.
Origen
La cocaína que se importa en Mallorca generalmente procede de Barcelona o Valencia. Dos ciudades que cuentan con grandes puertos de contenedores a través de los cuales llegan cantidades importantes desde Sudamérica. Países como Colombia, Bolivia, Perú o Venezuela son los puntos de partida. Allí un kilogramo de cocaína en origen puede costar unos 1.500 dólares. La cadena de venta es la siguiente: de los productores pasa a una organización encargada de transportarla hasta España; una vez en el país las organizaciones mallorquinas contactan con clanes ‘amigos' de la Península que ejercen de proveedores.
Finalmente queda el viaje destino a Mallorca. El precio se puede multiplicar por treinta una vez que está en Europa y por cuarenta en la venta final. A estos beneficios hay que sumarle el conocido como ‘corte de la droga'. En origen la droga puede contener una pureza de un 70 u 80% mientras que al consumidor final le llega un producto que suele contener tan solo un 30% de pureza.
Cuando se trata de cantidades medianas las organizaciones que transportan cocaína desde Barcelona o Valencia suelen optar por la vía marítima. Esconden la droga en coches que posteriormente cargan en ferris. Camuflados entre el resto de viajeros utilizan cualquier pequeño habitáculo del vehículo para esconder los bultos. El éxito de estos transportes depende muchas veces de su propio ingenio.
Algunas de las organizaciones son capaces de crear dobles fondos en depósitos o las conocidas como ‘caletas', espacios imperceptibles a simple vista que dificultan el hallazgo de los agentes. En trayectos con destino Mallorca se han llegado a descubrir sofisticadas ‘caletas' que se activaban mediante un complejo sistema eléctrico. Algunas de estas organizaciones disponen de talleres de chapa que les facilitan la ocultación.
Si los agentes no cuentan con ninguna información previa sobre la carga, los agentes caninos son la forma más efectiva de detectar estas ocultaciones. Aunque los narcotraficantes intentan desactivar su afinado olfato rociando los bultos con productos químicos, los perros no suelen fallar.
Aunque la dificultad es más elevada los narcotraficantes también utilizan vuelos comerciales para traer cocaína a la Isla. Las cantidades suelen ser más pequeñas y los métodos también requieren de una gran capacidad inventiva.
Ocultación
Los métodos más habituales son dobles fondos en maletas, bultos escondidos bajo la ropa o mediante ingestas. Esta última técnica es más delicada ya que las organizaciones utilizan a los conocidos como ‘boleros', personas que pueden recibir entre 2.000 y 5.000 euros por ingerir bolas de cocaína (los ‘dátiles') y viajar al destino. En el aeropuerto de Palma se han interceptado a personas que portaban hasta 3 kilogramos de cocaína en el estómago. Había ingerido ‘dátiles' de 5 y 10 gramos. La apertura de alguno de los envoltorios podría causar la muerte del portador. Por ello, cuando se localiza un caso así las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad priorizan en todo momento la salud de la persona y se activa un protocolo sanitario hasta la expulsión total de la droga.
Los hallazgos de droga oculta, aunque supone de por sí un gran éxito policial, terminan siendo en muchas ocasiones el punto de partida o un acercamiento en las investigaciones contra los grandes cargos, la nobleza, de las organizaciones de narcotráfico. Al fin y al cabo, los detenidos por transportar droga forman parte del último escalón de la trama que por un motivo u otro aceptan dinero a cambio de realizar estos arriesgados viajes.
El apunte
Todo vale para ocultar la droga: zapatos, bombonas de butano o botes de spray
Cualquier objeto en manos de estas organizaciones puede suponer un posible lugar de ocultación. En una ocasión durante un operativo policial en Son Banya los agentes intervinieron una bombona de butano. Un clan gitano la había modificado para esconder cocaína en el interior. En el aeropuerto de Palma los hallazgos son realmente variados: botes de spray con doble fondo o zapatos que escondían droga en la suelas son tan solo algunos ejemplos.