Los padres del legionario mallorquín fallecido por una bala de fusil durante un ejercicio de asalto en un campo de Alicante se han personado este martes en Sevilla, donde se celebra el juicio correspondiente a este caso, con la intención de «que se haga justicia» y se castigue a los culpables, desde el sargento acusado como autor material del disparo a los otros siete militares que han sido procesados por presuntamente encubrir el suceso. «Quiero que pierdan el uniforme, desde el primero al último, pero no sólo el de la Legión. El del ejército», han dicho la madre, Chari Cruz, y el padre, Juan Carlos Jiménez, antes de entrar en el Tribunal Militar Territorial Segundo, con sede en la capital andaluza.
Ambos han atendido a los periodistas en medio de una gran emotividad y han lamentado que «ahí mentía todo el mundo». «Si han cometido una temeridad, que apechuguen», ha dicho el progenitor. «Entiendo y acepto los accidentes. Lo que no entiendo es cuando ocultas, manipulas y encima te ríes. Para mí, uno lo mató y los demás lo remataron desde el momento en que mintieron», ha destacado la mujer, quien además ha revelado que «muchos militares en activo» le han mandado mensajes de apoyo porque «quieren limpiar el Cuerpo de gente así».
Cruz ha confesado que estaba «hecha un flan». «Tengo muchas ganas, pero también muchos nervios. Vengo de Mallorca, me cuesta mucho pero tengo que estar aquí representando a mi hijo. Cada dos días voy al cementerio a ponerle flores y quiero estar aquí como hacía mi hijo, con la cabeza alta», ha reivindicado. El padre, por su parte, se sentía «un poco cohibido por la jurisdicción militar porque no contempla el dolo eventual», es decir, que se trató de una muerte intencionada, de un asesinato. Por ese delito piden 25 años de cárcel para el sargento Saúl Antonio G.P. «Se puede morir en un accidente, pero no de una manera tan sumamente ruin y cruel. ¿Dónde estaban el pecho y el honor aquella tarde? ¿Por qué escondieron el fusil del sargento? Todo el mundo sabe que quien disparó fue el sargento», ha explicado.
«En Alicante, la Guardia Civil me dijo que me llevaban mintiendo desde el minuto cero. No hay ninguna explicación lógica de que si los blancos están delante y estás disparando hacia delante, ¿cómo disparas a mi hijo, que está a la izquierda?», se ha preguntado. «El proyectil viene directo al cuerpo de mi hijo, aunque pierda velocidad al rozar la culata de su fusil. El chaleco antibalas estaba caducado, pero ni así habría parado un proyectil a bocajarro. Y el capitán se cachondeaba una semana después diciendo que gracias al accidente ahora llevaban un kilo de placa balística», ha lamentado.
La madre, que lleva cuatro años en tratamiento con «psicólogos militares», ha confesado que no sabría si aguantaría dentro de la sala, algo que finalmente ha hecho, y además en primera fila justo detrás de los ocho acusados. «Mi hijo era militar de vocación desde chiquitito y por eso tengo que estar ahí dentro. Primero quería ser piloto, como su padre, pero después quiso ser 'legia'. Lo apoyé y a veces me arrepiento, pero él se superó a sí mismo y lo consiguió», ha afirmado con orgullo en medio de tanta tristeza. Eso sí, ha criticado duramente que el sargento acusado, ya fuera de la Legión y ahora en el Ejército de Tierra, haya sido destinado precisamente a Mallorca. «Está a un kilómetro de donde está enterrado mi hijo», ha lamentado.