«Estoy viva de milagro. Yo estaba a punto de cruzar la calle cuando escuché una gran explosión. De repente, estaba todo negro. Sentí que me cayó algo sobre mi cabeza y, automáticamente, acabé desplomada en el suelo perdiendo el conocimiento por unos instantes». Así arranca el relato de Tatiana Joseth, la mujer que resultó herida el pasado miércoles día 30 tras ser golpeada por varios cascotes en el cuello que se desprendieron durante la instalación de un semáforo en el barrio de Pere Garau. La viandante tuvo que ser trasladada a un hospital tras ser atendida en el lugar por los sanitarios. «Perdí la noción del tiempo. Mientras estaba en el suelo dolorida cerré los ojos y pensaba que nunca los volvería a abrir. Fue una pesadilla», añade Tatiana, visiblemente dolorida y con un brazo en cabestrillo.
«En el momento del suceso yo iba sola y quiero agradecer a un joven que me ayudó y que permaneció a mi lado en todo momento. Me gustaría contactar con él para agradecerle lo que hizo. Fruto de los nervios, el dolor y de un ataque de ansiedad, comencé a gritar. Me asusté mucho porque perdí la visión por unos instantes», comenta la afectada.
El suceso tuvo lugar alrededor de las 11.30 horas. Al parecer, según el testimonio de varios testigos, una grúa estaba realizando tareas de instalación de un semáforo en la calle Gabriel Llabrés. En un momento dado, la máquina golpeó un cable y posteriormente derribó parte de una fachada. Parte de los cascotes cayeron sobre Tatiana. Desde el pasado miércoles hasta el domingo, la mujer permaneció ingresada en Son Espases. El domingo, recibió el alta médica y permanece desde entonces en casa muy dolorida.
El apunte
Cort se lava las manos y carga contra la empresa subcontratada
«El sábado vino a verme al hospital el regidor de Movilidad del Ajuntament de Palma, Xisco Dalmau. Lo primero que me dijo es que la culpa no era del Ayuntamiento, que era de la empresa subcontratada», comenta Tatiana. La mujer, lamenta que han pasado varios días y que las bonitas palabras que le ofrecieron el primer día han quedado en aguas de borraja. «Tengo un niño a mi cargo y nadie nos ayuda. No puedo moverme y tengo que ir al PAC en silla de ruedas. Todos se lavan las manos y el seguro, también», concluye.