La nueva vida de Luis Antonio Rodríguez-Toubes Rosselló en libertad está lejos de la ostentación. Alejada de las televisiones y los periódicos a los que acudía, como mártir, antes de ser enjuiciado en la Audiencia de Palma por estafar 38 millones de euros a un matrimonio de Llucmajor. «Si no fuera joven, rico y de buena familia, no tendría ninguna denuncia», declaró en una entrevista concedida a Ultima Hora a finales de 2014.
«No he trabajado nunca ni lo pienso hacer», decía el joven Luisito con pelazo, bronceado y tres botones de la camisa desabrochados como un ‘Cayetano'. El pequeño Nicolás mallorquín, como se le conoce, se equivocaba.
La Audiencia de Palma lo condenó en 2015 a siete años de cárcel por embaucar al matrimonio formado por Juan Ferrando y Ana Maria Bennaser y quedarse con 15 fincas. Además tuvo que pagar, junto a su madre, 389.000 euros de indemnización para las víctimas. «Nunca pensé que esa familia nos pudiera hacer esto», dijo la perjudicada.
La sentencia descartaba que la pareja hubiera entregado de forma voluntaria esas propiedades a Luisito: «La tesis del acusado es, en su conjunto, una burla a la inteligencia, carece del más elemental sentido lógico y muestra profundo desconocimiento de las arraigadísimas costumbres en esta Isla donde el patrimonio se queda en la familia. Si no se tiene familia se dona a quien otorga cuidados y alimentos y, finalmente, se dona a la iglesia».
La fiscal Maria Moretó argumentó en la recta final del juicio que el engaño de Toubes no hubiera convencido a la media «de los mortales», pero sí que fue suficiente para las víctimas. Una psicóloga explicó que los Ferrando-Bennaser eran vulnerables. Tenían importantes problemas de comprensión y eran «muy influenciables, sugestionables y con pocas habilidades sociales».
Luisito recibió la sentencia y desconectó su móvil. Borró su rastro en redes sociales y decidió ingresar de forma voluntaria en la cárcel Mas d'Enric. El centro penitenciario, a 13 kilómetros de Tarragona, es uno de los más modernos de Europa y cuenta con pizarras electrónicas en los módulos, piscina olímpica o pista de fútbol sala cubierta.
Allí ha permanecido encerrado durante los últimos cinco años hasta que obtuvo el tercer grado y empezó a trabajar en un restaurante situado en la localidad, según han explicado a este periódico fuentes de su entorno. El joven, que ya ha abonado la indemnización al matrimonio y devuelto las fincas, envió a la fiscal del caso una carta manuscrita desde la prisión en la que mostraba su arrepentimiento y pedía perdón.
El pequeño Nicolás mallorquín, según personas cercanas, se casó con un empresario de 31 años y vive con él entre Madrid y la casa de su suegro, en Tarragona, muy cerca de la prisión en la que cumplió condena.
El abogado de Luisito, Laureano Arquero, se preguntó ante el tribunal que lo juzgó: «¿Cómo este tirillas, que no pesa más de 40 kilos ni mide más de 1,50, iba a ser el gran embaucador del siglo?». Los letrados del matrimonio, Eduardo Valdivia y Jaime Campaner, manifestaron que el joven «dejó a las víctimas sin bienes y con una deuda millonaria». La ostentación ya no va con el Luisito del pelazo y los tres botones desabrochados, ese «tirillas» que embaucó a los Ferrando-Bennaser para estafarles 38 millones de euros en el siglo XXI.
El apunte
Garonda, una finca de casi 30 millones de euros en s’Estanyol
Luis Rodríguez-Toubes inscribió a su nombre la finca Garonda, un vasto predio que se extiende desde la carretera de Cap Blanc, hasta s’Estanyol, donde figuran dos chalets situados frente al club náutico. Una joya de 28.275.036 euros que formaba parte de un lote compuesto por 15 fincas repartidas por Mallorca. El patrimonio de la discordia que volvió a sus legítimos propietarios.