Dos de la madrugada del pasado sábado. Comisaría del Cuerpo Nacional de Policía ubicada en el Polígon de Son Castelló de Palma. Un hombre, pistola en mano, entra en las instalaciones al grito de «lo voy a hacer, lo voy a hacer».
Esta situación no es el sinopsis de un film cinematográfico. Se trata del relato policial de hechos de una actuación que los agentes participantes tardarán mucho tiempo en olvidar.
A las 01.58 horas, el ahora detenido se personó en la comisaría armado con una pistola. Cuando los agentes se percataron de ello, desenfundaron el arma y con el dedo en el gatillo apuntaron al sospechoso. En repetidas ocasiones, más de una veintena, le pidieron que tirara el arma al suelo y que no hiciera ninguna tontería.
En un momento dado, pasados unos eternos minutos, el hombre bajó el arma y se la colocó a la altura de la cintura. Acto seguido, salió fuera de la comisaría y se sentó en el murete de hormigón. Los policías solicitaron refuerzos y, en cuestión de minutos, numerosos efectivos se personaron en el lugar y rodearon al acusado. La situación era tensa. El hombre no soltaba la pistola y seguía diciendo que «lo voy a hacer, lo voy a hacer». Mientras unos agentes conseguían captar su atención, otros compañeros fueron por detrás y se tiraron encima consiguiendo reducirlo y arrebatarle el arma. Acto seguido, trasladaron al sospechoso al hospital para que le practicaran un informe psiquiátrico y acto seguido lo llevaron hasta la Jefatura donde se procedió a su detención.
Había enviado un mensaje de despedida
Una mujer se personó en el lugar alegando que, instantes antes, el detenido le había enviado un mensaje de despedida. La mujer había puesto fin a la relación sentimental. Todo apunta a que el hombre quería entrar en la comisaría armado para que los policías le dispararan. La profesionalidad policial hizo que la historia acabara bien.