En 1980, unos leñadores de Georgia, Estados Unidos, hicieron un hallazgo sorprendente cuando hacían su trabajo: encontraron en el interior de un tronco un perro momificado que al menos llevaba 20 años allí. ¿Pero cómo pudo ocurrir?
Como recoge Gizmodo, se cree que el perro, al que los leñadores bautizaron como 'Stuckie', quedó atrapado en el tronco mientras perseguía a otro animal. Los leñadores donaron su hallazgo al museo Southern Forest World, en la localidad de Waycross.
Acerca de por qué no se descompuso el cuerpo del perro, la antropóloga biológica de la Universidad de Florida Occidental explicó que el tronco del árbol, un roble castaño, hizo de ataúd gracias al tanino que contiene la madera. Esta sustancia absorbió la humedad del entorno, de modo que se detuvo la actividad microbiana y la descomposición del cadáver.
Además, el árbol hueco hizo de efecto chimenea y alejó el olor del animal muerto a los insectos, lo que también evitó que estos se sintieran atraídos por el cadáver de tan desafortunado perro.