El juez togado militar número 23 de Almería ha procesado al sargento que disparó al legionario mallorquín Alejandro Jiménez el año pasado en Agost (Alicante), a un capitán, dos tenientes, un cabo y tres soldados de la Legión por encubrir la muerte del joven. Están acusados de delitos de encubrimiento, deslealtad, desobediencia y obstrucción a la Justicia, según adelantó este jueves el periódico El País.
Juanjo Jiménez, el padre del joven legionario, declaró este viernes por teléfono a este diario que los ocho investigados «son basura». El Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil reveló que el proyectil que mató a su hijo salió del arma del sargento y no fue un rebote. «Mi hijo coincidió con la basura de la Legión», lamentó.
El juez militar desgrana en un auto de 150 folios una serie de irregularidades relacionadas con este caso, que en un principio se dio a conocer como un accidente. El autor del disparo que acabó con la vida del legionario mallorquín, que tenía 21 años, aseguró entonces que la víctima había sido alcanzado por el rebote de un proyectil que le entró por la axila.
El padre del fallecido manifestó que los investigados «han creado una mentira para defender al que disparó a bocajarro a mi hijo. No tienen vergüenza». El sargento, explicó el hombre, «me pasó la mano por la espalda durante cuatro meses hasta que se levantó el secreto de sumario». El juez procesa al sargento por un supuesto delito de homicidio imprudente, abuso de autoridad y obstrucción a la Justicia y pide 330.000 euros de responsabilidad civil. Un soldado amigo de Alejandro Jiménez tuvo el valor de declarar la verdad de lo sucedido ese día. «El chaval está de baja psicológica. Grabó las conversaciones y las aportó al juez que investiga el caso», añadió Juanjo Jiménez, que se pregunta quién mintió sobre lo ocurrido en el campo de maniobras de Agost, Alicante, el 25 de marzo de 2019.
El juez ordenó una segunda autopsia para reconstruir la trayectoria de la bala
Alejandro Jiménez murió tras el disparo de un fusil HK del calibre 5.56. El juez paralizó la incineración del cuerpo y ordenó una segunda autopsia para reconstruir la trayectoria de la bala.
El capitán contó a los investigadores que había sido un accidente: «Ha sido un rebote. No hace falta ser un lince». La Guardia Civil desmontó esa versión tras una investigación repleta de obstáculos. El padre del joven recorrió más de 700 kilómetros en coche para acceder al lugar donde murió su hijo.