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Alejandro Jiménez Cruz

Cuatro mandos y cuatro soldados, procesados por encubrir la muerte del legionario mallorquín en Alicante

Alejandro Jiménez Cruz, legionario fallecido durante unas maniobras. | Redacción Sucesos

| Almería |

Nuevo giro de los acontecimientos en el caso de Alejandro Jiménez Cruz, el legionario mallorquín que perdió la vida en marzo de 2019 en el campo de maniobras de Agost (Alicante). El juez togado militar número 23 de Almería ha procesado al sargento autor del disparo, pero también a un capitán, dos tenientes, un cabo y tres soldados de la Legión por varios delitos, entre los que se encuentra encubrimiento, deslealtad, desobediencia y obstrucción a la Justicia.

Según informa El País, «lo grave no fue solo el disparo sino la confabulación orquestada para intentar tapar lo sucedido». En esta línea, la publicación describe que el juez militar «desenmascara el plan para ocultar que el disparo de un sargento mató a Alejandro Jiménez», y aventura que este caso supone un hito en el proceso de esclarecer los hechos en una organización con alto grado de corporativismo y hermetismo.

El País desvela las conclusiones de un auto, fechado de este pasado miércoles, donde el juez militar describe el cúmulo de irregularidades que rodearon el ejercicio en el que perdió la vida Jiménez Cruz, de 21 años, y las mentiras para obstruir la investigación.

Así, si en un principio se dijo a la familia del joven legionario mallorquín y a los investigadores de la Guardia Civil que este había recibido de rebote un proyectil por la axila, en el hueco dejado por el chaleco antibalas, ahora se ha conocido que los participantes en el ejercicio con fuego real en movimiento no llevaban las placas balísticas que les habrían protegido del impacto. Aunque estas no eran obligatorias entonces, el juez advierte que las mismas sí se emplearon en ejercicios posteriores a la muerte del legionario.

Además, según determinó la prueba pericial, el legionario no fue alcanzado por un rebote sino por el impacto directo en el pecho de un proyectil de calibre 5,56 disparado por el fusil HK de su propio sargento desde 12,5 metros de distancia, una averiguación para la que la Guardia Civil tuvo que romper el pacto de silencio que se impuso entre los legionarios.

Otros detalles desvelados fueron que el joven mallorquín murió en una ambulancia sin médico, y que se limpió el campo de tiro para poder eliminar posibles evidencias.

Asimismo, esa misma noche el capitán de la compañía reunió a los mandos a sus órdenes y les dijo que debían declarar que él estaba presente en el momento de la muerte, algo que no era cierto.

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