El parque Wifi de Palma, frente a la Comandancia de la Guardia Civil, se ha convertido en un quebradero de cabeza para los vecinos, que cada noche soportan botellones, ruidos infernales, peleas, sexo y trapicheos de droga. Por la mañana, las instalaciones están llenas de basura, botellas rotas y un insoportable olor a orín.
Pese a la proximidad de la Benemérita, sus agentes no pueden actuar porque se trata de una competencia municipal a cargo de la Policía Local. «Llamamos cada noche, los del GAP (Grupo d'Actuació Preventiva) están hartos de venir por aquí. Aunque también es verdad que a veces ni vienen», comentó un vecino, indignado.
Meses
El asunto no es de ahora. Ni siquiera empezó con la pandemia. Meses antes, la situación se descontroló por completo en ese parque del Polígono de Levante, que colinda con calle Manacor. En las casetas de acceso al aparcamiento se han detectado casos de prostitución juvenil y las peleas están al orden del día: «Tenemos decenas de vídeos grabados de chicos peleándose a altas horas de la madrugada, gritando y despertando a los vecinos», comentó otra residente, que añadió que «beben alcohol durante horas, sentados en los bancos del parque, y después se ponen muy violentos. Los vecinos, de noche, no bajamos a la calle porque da miedo».
Este martes, los afectados acudieron a la Guardia Civil para recoger firmas, que luego entregarán en el Ajuntament de Palma, para denunciar «el infierno que estamos viviendo». La inseguridad se extiende a un descampado de al lado y a unas pistas de petanca y fútbol: «Es un barrio sin ley», concluyen.
Una banda cobra para que los jóvenes jueguen en una pista
Junto al parque Wifi hay una pista polideportiva que se la ha adueñado una banda juvenil. De hecho, a según qué horas, exigen un pago a los usuarios que quieren utilizarla, a pesar de que es pública.
También se han detectado apuestas entre grupos rivales, que juegan a futbito o baloncesto y el público puede jugarse dinero a favor de un equipo u otro, de forma clandestina. Esta situación ha provocado auténticas batallas campales al término de los encuentros, por el descontento de los apostantes perdedores.