La pandemia lo ha alterado casi todo. Menos el colosal despliegue de la Guardia Civil en el Port de Palma, cuyos agentes controlan de forma minuciosa las mercancías y pasajeros (estos últimos, ahora menos que nunca) que acaban de desembarcar en el Dique del Oeste o el muelle de Pelaires. Un equipo de Ultima Hora siguió, desde las seis de la mañana, el operativo benemérito.
Son más de un centenar de agentes, la mayoría cubiertos por mascarillas protectoras. Pertenecen a la Odaifi (Oficina de Análisis e Investigación), al Grupo Cinológico de guías caninos, a las patrullas fiscales y del puerto. A pesar del estado de alarma, la llegada de camiones es incesante. No pueden ser revisados todos, por motivos operativos. Y se hace como con los coches: un estudio de riesgo que valora los que tienen más posibilidades de transportar materias o sustancias prohibidas.
El día del reportaje en uno de los buques que atraca solo llegan dos pasajeros, que son introducidos en un bus lanzadera. No tiene problemas para encontrar asiento. El vehículo es interceptado y los guardias civiles abren las maletas. Todo en orden. Con un señor de edad que acaba de desembarcar con su coche surge un problema: viene de su pueblo, con ciertas semillas para plantar frutales, que son interceptadas porque se pueden considerar invasoras. Los perros adiestrados, mientras tanto, pasan de un maletero a otro.
Olfateando sin descanso, en busca de drogas. Si se ponen nerviosos, mal asunto para el dueño del coche. El teniente Antonio Tejero, responsable del puerto, pone especial énfasis en el control de los contenedores. Días atrás, detectaron uno con material sanitario relacionado con la Covid-19 y sin tratar del hospital de Son Espases. Indicio claro de que a la Benemérita no es nada fácil colarle un gol. Ni en tiempos de coronavirus.