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«Saqué con las manos el proyectil del agua porque pensé que era una vaina»

El submarinista palmesano sostiene en sus manos el proyectil de mortero, antes de ser destruido. | Alejandro Sepúlveda

| Palma |

Suele salir del mar con pulpos, pero el martes el pescador Samuel Roig encontró algo muy distinto: un artefacto explosivo en aguas de San Juan de Dios, en la barriada palmesana del Coll den Rabassa. «Lo saqué con las manos porque pensaba que era una vaina de proyectil, no una bomba».

El hombre, de 35 años, es un veterano de esas aguas, donde se sumerge a menudo. También pesca por las tardes calamares, desde las rocas. Ese día, con su traje de neopreno, se metió en el agua para recuperar aparejos de pesca que habían perdido: «A las ocho de la mañana me metí por el puerto de Cala Gamba, hasta el peñón. Sobre las once, cuando salía por San Juan de Dios, vi el artefacto a muy poca profundidad».

El buceador pensó que era una vaina, la carcasa de un proyectil: «Estaba entre dos piedras, medio enterrada. La visibilidad era perfecta porque el mar estaba en perfectas condiciones. Me dije: ‘Me la llevo a casa, como recuerdo'». Y, a peso, la sacó. Fue cuando vio la espoleta que Samuel confirmó que era un proyectil. Antiguo, pero quizás todavía con la carga explosiva.

Entonces, por precaución, decidió dejar sobre las rocas el artefacto y llamó a la Guardia Civil. Finalmente, el Tedax de la policía lo explosionó.

«Cuando vi la espoleta temí que si tocaba el suelo pudiera explotar»

De la tranquilidad inicial en pensar que se trataba solo de una vaina de proyectil, Samuel Roig pasó a preocuparse cuando detectó la espoleta: «Temí que si golpeaba con el suelo pudiera explotar». El pescador recuerda que no es la primera vez que en aguas del Coll aparecen artefactos explosivos antiguos, la mayoría de ellos de la Guerra Civil española: «Tanto en el Coll como en la Torre den Pau han aparecido muchas, aunque de calibres más pequeños». Al pescador le llamó la atención que el proyectil del martes, que medía unos 40 centímetros, pesaba varios kilos: «Debía llevar mucho en el agua y se le habían adosado piedras a la punta».

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