El guardia civil responsable de la instrucción de la causa del niño Gabriel Cruz ha sostenido este miércoles que Ana Julia Quezada, autora confesa de su muerte, se alentaba mientras introducía el cuerpo del pequeño en su coche diciéndose a sí misma: «Tranquila, Ana, no vas a ir a la cárcel».
En su declaración ante el jurado popular el guardia civil ha apuntado que en las grabaciones realizadas gracias a los micrófonos instalados en el coche de la investigada se escucha «cómo mete el cuerpo en el coche, sacude las manos y dice: A dónde lo llevo ahora, a qué invernadero lo llevo».
«La sensación que tengo es que el niño estaba enterrado en una fosa muy pequeña para tenerlo allí en un espacio limitado de tiempo. Se puede aguantar dos, tres, cuatro días», ha apuntado.
En su opinión, Ana Julia no esperaba «el mayor despliegue de búsqueda de una persona por parte de cualquier organismo del Estado» y una repercusión mediática como la que tuvo el caso, por lo que esta labor policial y el «impacto mediático y social evidentemente retrasó la idea» que -dice- tenía de llevar el cadáver a «un sitio seguro para ella».
«Por eso alentaba la idea de que estaba vivo, que iba a aparecer», ha añadido.
Ha reiterado que puso el foco de atención sobre su expareja, que era «una referencia constante, asegurando que tenía una furgoneta blanca, que odiaba a los niños y que podría estar vinculado». «Eso desgasta, no se podía obviar», ha apostillado.
El agente ha precisado que no fue detenida nada más desenterrar el cuerpo porque querían saber si había terceras personas implicadas.
También se ha referido a las investigaciones en Burgos para señalar que las familias de sus exparejas la consideraban una «persona fría, calculadora, muy materialista» que pensaban que se había casado con diferentes hombres «por dinero».
Por último, ha precisado que en el registro de la vivienda de Quezada, además de ansiolíticos, fue localizada una cantidad no determinada de cocaína.
El guardia civil ha sostenido que Ana Julia Quezada podía anticiparse a sus acciones asumiendo la representación de Ángel Cruz, padre del menor, durante la búsqueda.
En su declaración ante el jurado popular el guardia civil ha apuntado que una vez descartado el 1 de marzo de 2018 la participación del acosador de Patricia Ramírez, madre del niño, comenzaron a aparecer elementos sospechosos en los dos días siguientes que apuntaban directamente a Quezada.
Ha indicado que la madre del menor señaló que el 2 de marzo Quezada puso «muy mala cara» al saber que no se iba a subir la recompensa de 10.000 a 30.000 euros por recomendación de la Guardia Civil, lo que les hizo pensar en un posible móvil económico y que ese día 2 ya empezaron a ver que querría implicar a la expareja de Burgos.
«Siempre asumía ella el protagonismo de las llamadas porque decía que Ángel no estaba en condiciones. Con esa argucia cogía ella siempre el teléfono, para hablar prácticamente en representación de Ángel» y «todo lo que le decíamos a Ángel ella lo acababa sabiendo, se iba anticipando a los planes que teníamos», ha apostillado.
Asimismo, ha precisado que ponía «la tirita antes de la herida», como cuando al informar de que iban a inspeccionar los vehículos de la familia, ella advirtió que iban a «encontrar el ADN del niño seguro, porque se ha subido al coche».
Esto provocó, ha mantenido, que comenzase a desviar la atención sobre su expareja, como cuando el 2 de marzo condujo a Ángel y una amiga a la casa de éste, llamando a la autoridad policial para decirle que su excompañero tenía una furgoneta blanca, ya que los primeros testimonios apuntaban a la presencia de un vehículo así cuando desapareció Gabriel.
Ha señalado que no entraron en la finca en la que murió el niño porque estaba «permanentemente habitada por familiares» y porque buscaban a un niño vivo.
También ha explicado que la acusada cambiaba de teléfonos constantemente, visitaba la finca «si no todos los días, prácticamente el 98 % de los días», que el hoyo donde lo enterró era un «espacio temporal para deshacerse del cuerpo» y que iba allí a verificar que ninguna «alimaña lo había desenterrado», aunque decía a la familia que iba allí porque le daba «paz y tranquilidad».
Ha dicho que al ser detenida sólo llevaba 10 o 12 comprimidos y, tras relatar cómo extrajo el cuerpo de la finca, ha declarado que era seguida telemáticamente y que era imposible perderla ya que la seguían cinco o seis vehículos en un itinerario «errático» en el que incluso llegaron a pensar que iba a tirar el cuerpo al mar y ha añadido que al pedirle que abriese el maletero dijo que no había nada, «sólo un perro».