Los vecinos, comerciantes y transeúntes de la plaza Fortí, de Palma, están indignados. Pasear o sentarse en una de las cafeterías de las terrazas se ha convertido en una misión de alto riesgo. El motivo es la presencia de un niño de entre 7 y 10 años que, desde un balcón del edificio conocido como ‘sa Torre', se dedica a lanzar objetos a la vía pública.
Este lunes, en torno a las ocho y media de la mañana, el menor cogió varios corazones de cristal y los lanzó desde más de 25 metros de altura. Algunos de ellos, con la fuerza del impacto se rompieron en mil pedazos. Otros, rebotaron en el suelo y acabaron estallando contra las cristaleras de un bar de la zona.
En el momento de producirse el incidente, en las terrazas de los bares había una gran cantidad de personas. Algunas de ellas, no dudaron en lanzar todo tipo de insultos y amenazas al niño. La indignación en la barriada es máxima porque, según los comerciantes y algunos vecinos, se trata de un menor que se dedica a lanzar cosas sin que sus padres pongan remedio. «Sabemos que es un niño, pero hay que estar encima de ellos porque puede provocar una tragedia. El día menos pensado alcanzará a una persona y el problema puede ser muy gordo», apunta un conocido empresario de la zona.
Por momentos, la tensión iba en aumento y un pequeño grupo de afectados hicieron el amago de subir al edificio para tomarse la justicia por su mano y hacerle entender a los padres «por las buenas o por las malas» que las travesuras de su hijo pueden acabar muy mal. Finalmente, las aguas volvieron a su cauce y la situación se fue calmando a medida que transcurrían las horas.
Por su parte, nada más producirse el altercado, el portero del edificio, visiblemente preocupado, se interesó por el tema, identificó al menor y puso los hechos en conocimiento de adultos que estaban a su cargo. «Hemos tenido algún pequeño incidente con anterioridad sin importancia. Se trata de un hecho puntual y ya estamos tomando las medidas pertinentes. En esta finca hay muy buena gente y el comportamiento es exquisito», apunta José, el portero de la finca.