El Juzgado de lo Penal Número 1 de Santa Cruz de Tenerife ha condenado a un año de cárcel al hombre que tiró a su perra a la basura en Tenerife cuando se encontraba gravemente herida tras ser atacada por otros perros de su propiedad en octubre de 2012, al considerarlo culpable de un delito de maltrato animal.
La sentencia, hecha pública este lunes, recoge, por expresa petición de la Fiscalía, que la condena no sea suspendida, de tal forma que el hombre deberá cumplir la pena de prisión en su totalidad si es firme, al tiempo que se le impide tener animales domésticos durante tres años.
Además, también ha sido condenado a un año de inhabilitación para ejercer sufragio pasivo, se le impide ejercer cualquier profesión u oficio relacionado con animales y deberá indemnizar al albergue de Valle Colino, a través de la Federación Canaria de Asociaciones Protectoras de Animales y Plantas (FECAPAP), con los gastos dispensados a la perra desde que llegó al complejo hatsa su total recuperación física y mental.
El Ministerio Público interesó el cumplimiento efectivo de la condena tomando en consideración no sólo la «saña» con la que actuó el acusado, sino el hecho de que durante el proceso y en el juicio no mostró «el más mínimo signo de arrepentimiento».
Así, se considera probado que el joven, de 29 años, introdujo a su perra, de raza pitbull y nombre 'Isa', en una maleta tipo trolley gravemente herida por todo el cuerpo y sin que pudiera moverse y respirar, con el «ánimo de darle muerte».
La perra, que asistió a su propio juicio en calidad de testigo, fue rescatada del contenedor de basura por dos vecinos y derivada al albergue de Valle Colino, donde fue asistida por los veterinarios con tratamientos que duraron casi un mes.
En la sentencia se acredita que la perra era sumisa y no violenta, lo que descarta que su agresividad fuera la causa del ataque de otros perros, y advierte de «cierto sadismo» en el condenado al introducir a la perra viva en una maleta, cerrada con una cremallera y con muchas dificultades para respirar.
La perra vivía en un inmueble abandonado en Santa Cruz de Tenerife junto a otros perros de la misma raza, y la magistrada, Sandra Barrera, expone que el condenado sabía «que los perros podrían atacarse y provocarse un sufrimiento inaceptable» y no hacía «nada por evitarlo».
Contra la sentencia, que no es firme, cabe interponer recurso de apelación ante la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife.
En la actualidad, la perra se encuentra totalmente recuperada y en manos de otros propietarios.