Una niña de 10 años fue mordida en las piernas por un tiburón en una playa del condado de St. Johns, en la costa noreste de Florida, y tuvo que ser trasladada a un hospital de la zona, donde le dieron 40 puntos de sutura, informaron este jueves medios locales.
El suceso se produjo el fin de semana pasado en Crescent Beach, cuando Peyton Shields se encontraba en el agua disfrutando de un día de playa por su cumpleaños con su familia y fue atacada por un tiburón, recogió el canal local WJXT.
Se desconoce todavía la especie de tiburón que mordió a la menor en las piernas y una mano cuando esta intentó alejar al escualo.
Los padres de la niña se hallaban en la playa cuando oyeron los gritos de su hija y pensaron que se trataba de una medusa que le había picado en el agua, pero pronto vieron la sangre y comprendieron que se trataba de algo más grave.
«Salía sangre de su mano y comencé a decir '¿qué está pasando?', y, al salir ella del agua, vi que salía mucha más sangre de la mitad inferior de sus piernas», contó al medio el padre, Steve Shields.
De inmediato, los padres de la niña presionaron las heridas con una toalla y llamaron a la línea de emergencia 911.
La menor fue trasladada al Flagler Hospital, donde los facultativos cerraron sus heridas con un cuarentena de puntos de sutura.
Pese a que en el momento del ataque del tiburón había más niños bañándose, Shields fue la única a la que mordió el escualo.
El Archivo Internacional de Ataques de Tiburones (ISAF), una entidad de la Universidad de Florida en Gainesville, investigó 130 incidentes entre humanos y tiburones en 2018 en EE.UU., de los cuales catalogó 66 como no provocados, una cifra inferior a los 84 registrados en promedio anualmente en el periodo 2013-2017.
El estado de Florida, con 16 ataques no provocados, es la región «número uno» de Estados Unidos en 2018, una posición que mantiene históricamente.
La disminución del número de ataques no provocados fue especialmente significativa en Florida, donde la media anual fue de 30 casos en el periodo 2013-2017.
Esto se pudo deber, aunque no está recogido en el informe, a que en el verano de 2018 hubo una persistente contaminación por algas tanto en la costa floridana del Golfo de México (oeste) como en la del Atlántico (este), lo que no invitaba a meterse en el mar.