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Piden entre 10 y 12 años de cárcel para el monitor infantil acusado de abusos

El acusado, antes de iniciarse el juicio en la sección primera de la Audiencia. | Alejandro Sepúlveda

| Palma |

La Fiscalía ha pedido 10 años de prisión y la acusación particular 12 para un monitor de tiempo libre por presuntos abusos a una niña de 8 años durante una acampada en 2016, en el juicio que ha quedado hoy visto para sentencia en la Audiencia de Palma, donde la defensa ha pedido la absolución.

El fiscal ha asegurado que la declaración de dos episodios de abusos con tocamientos realizada por la menor la han corroborado las psicólogas de la UVASI y a UTASI que la trataron y ha atribuido la falta de precisión en cuanto a si fueron por la mañana o por la tarde al hecho de que la niña solo tenía 8 años y medio cuando ocurrió.

El abogado de la acusación particular, Llorenç Salvà, en representación de la familia de la menor, ha asegurado que la declaración de la niña en el juicio, aunque con menos detalle que el primer relato que hizo a su madre, es prueba de cargo suficiente contra el acusado porque explicó lo esencial: que el último día del campamento el acusado la besó en dos ocasiones, le tocó la vagina con la mano y los dedos y le hizo tocarle los genitales.

Ante la persistencia en ese relato, las dos acusaciones han pedido también para el acusado la condena a la inhabilitación durante 14 años para cualquier profesión u oficio que implique contacto con menores. La Fiscalía reclama además una indemnización de 10.000 euros para la niña por daños y la acusación particular de 30.000.

El abogado defensor ha pedido la absolución y ha señalado que hay versiones contradictorias entre el relato de la menor y el que hacen las acusaciones porque «no cuadran los datos y no encajan las piezas» y ha subrayado que todos los adultos presentes en el campamento han descartado que el acusado y la menor se quedaran solos en ningún momento.

El letrado ha señalado imprecisiones, ambigüedades y como «contradicción clave» que el relato es «inverosímil» porque la niña no pudo quedarse a solas con el monitor ni él atreverse a tocarla rodeada de otros menores y de adultos de su entorno.

Ha añadido además que el relato de la niña ha perdido veracidad en el juicio porque tras decir siempre que cuando ocurrió estaban a solas, ante el tribunal dijo que también estaba presente la niña de acogida de la familia del monitor.

Subsidiariamente, el abogado defensor ha descartado la posible condena con la agravante de acceso carnal que piden las acusaciones porque no se ha dicho nada sobre que le introdujera un dedo.

Dos psicólogas de atención a menores (UVASI) que evaluaron la credibilidad de la niña han indicado en su comparecencia ante el tribunal que el relato de la menor es creíble, cumple 16 de 19 indicadores de credibilidad y no detectaron indicios de que hubiera sido inducida.
Por su parte, otro especialista en abusos a menores ha cuestionado ese informe por no cumplir los criterios metodológicos en varios aspectos y ha dicho que «no es suficientemente válido para poder llegar a las conclusiones a las que llega».

Entre esos aspectos, el perito ha citado que deberían haber evaluado las entrevistas dos técnicos por separado para analizar los criterios de credibilidad porque al haberlo hecho una de las técnicos meses después y ratificando el informe inicial, «algo irregular», considera que «no hay criterios cruzados ni validez interjueces».

La psicóloga que la entrevistó ha dicho que la niña definió «perfectamente dos episodios» de abusos y explicó «detalles muy significativos» como que los tocamientos fueron por debajo de la ropa, dónde ocurrió o que al intentar escapar él le reclamó un beso, así como «detalles inusuales» como contar que primero el acusado le sopló y luego le pidió un beso.

Ha detallado también que presentó algunas dudas e hizo correcciones, algo que no es propio de relatos aprendidos y describió de forma «muy clara, que solo puede corresponder a que lo ha vivido».

La psicóloga ha destacado también la descripción de sensaciones negativas de la niña que explicó que le costaba orinar y ha dicho que apreció que presentaba secuelas a corto plazo como ansiedad y «muchísima vergüenza», que se añaden a lo relatado por la familia de que tenía dificultad para comer y miedo.

Una terapeuta de la UTASI que trató a niña en 24 sesiones ha declarado que mostraba «emociones muy acordes» con los abusos que había relatado en la UVASI como vergüenza, estigmatización al sentirse diferente a sus amigas, culpa por haber estado en la habitación y no haber salido corriendo y sentimientos de asco y traición que considera «totalmente» compatibles con abuso.

Antes de los peritos han declarado como testigos los demás monitores que estuvieron en el campamento, dos de ellos los padres del acusado.

Han explicado al tribunal que la niña buscaba la atención del acusado, siempre quería sentarse junto a él en las comidas y en un momento de la acampada incluso se enfadó porque estaba atendiendo a otra menor y no a ella.

Han coincidido en que los niños se asignaron a un monitor en concreto mediante un sorteo en el que al acusado le correspondieron la después denunciante y otra niña que su familia tenía en acogida.

También han negado que ningún niño pudiera quedarse a solas o solo con un monitor porque siempre se hacen todas las actividades en grupo por cuestiones de seguridad.
La madre del acusado, que también es monitora, ha contado que por la noche los niños estaban rendidos y se durmieron enseguida, y de hecho la niña de esta causa fue «de las primeras que se durmió».

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