Gabriela O., la madre de la bebé de 17 meses asesinada en 2016 en Vitoria, ha afirmado este miércoles, en el juicio que se celebra en la Audiencia Provincial de Álava, que Daniel M., el acusado de matar a la niña al lanzarla por una ventana, actuó de esa forma porque se sintió herido en su «orgullo», al no haber accedido ella a sus peticiones para mantener relaciones sexuales.
La Audiencia Provincial de Álava ha acogido este miércoles la segunda sesión del juicio contra Daniel M., un joven sevillano que en el momento de los hechos tenía 30 años y que se enfrenta a una pena de prisión permanente revisable por el asesinato de la bebé Alicia y por tentativa de homicidio contra su madre, que cuando se produjo el trágico suceso tenía 18 años.
La defensa, por su parte, solicita que se aplique la eximente completa por la supuesta enajenación mental que padece el joven, que en su declaración ha atribuido su comportamiento a que se ve a sí mismo como un «ángel» llamado a salvar al mundo, y a que percibía en Gabriela y en su hija la «semilla del mal».
Daniel M., que trabajaba como profesor de música, había conocido a la madre de la bebé a finales de 2015; y en el momento de los hechos, en la madrugada del 25 de enero de 2016, se encontraba junto a ella y la niña en un piso de Vitoria, al que había invitado a Gabriela para pasar la noche.
La versión de los hechos ofrecida por esta joven, que tenía 18 años cuando se produjo el trágico suceso, ha diferido de forma notable de la aportada por el acusado, que ha atribuido su comportamiento aquel 25 de enero de 2016 a una supuesta «enajenación» mental que le hizo percibir en Gabriela y en su hija Alicia a la «semilla del mal».
COMPORTAMIENTO «NORMAL»
En clara contradicción con Daniel M., quien en su declaración ante el tribunal ha asegurado que desde el día anterior, y en reiteradas ocasiones, había advertido a la joven de que percibía «señales» que vaticinaban el fin del mundo, Gabriela O. ha afirmado que el acusado se comportó con «normalidad» en todo momento en el día previo y en las horas anteriores al momento en el que lanzó a la bebé por la ventana de un piso de la calle Libertad, en Vitoria.
La joven ha explicado que la única ocasión en la que el acusado tuvo un comportamiento extraño fue cuando, unas pocas horas antes de lanzar a la niña por la ventana, se sentó en el cuarto de baño de su piso, al que ella había acudido a pasar la noche ante la «insistencia» de Daniel M. para que acudiera.
Gabriela O. ha afirmado que en ese momento, el presunto asesino afirmó que los niños «iban a provocar el fin del mundo». No obstante, ha destacado que Daniel M. en ningún momento habló de que veía «señales» de una amenaza para la humanidad, ni dijo nada de sentirse como un «ángel» cuya misión era «salvar el mundo». También ha negado que, tal y como alega Daniel M., el presunto asesino bebiera alcohol ni fumara marihuana aquella noche.
La madre de la bebé Alicia ha explicado que cuando el joven empezó a hacer «tonterías», en referencia a sus afirmaciones sobre que los niños amenazaban el futuro del mundo, decidió irse con su hija al dormitorio de la vivienda, mientras que Daniel M. se quedó en el salón. La joven, que vivía en Burgos en el momento de los hechos, ha explicado que en aquel momento no pudo regresar a su casa porque a esas horas no había autobuses.
Un rato después -según ha declarado-- el acusado le envió un mensaje por el teléfono móvil en el que le pedía que le practicara sexo oral, mensaje al que ella no respondió. Con posterioridad, cuando ya estaba durmiendo junto a su hija, se despertó al sentir un movimiento en la cama, momento en el que vio que Daniel M., que había entrado en la habitación, estaba sentado en la cama.
Gabriela O. ha explicado que el hombre empezó a presionar con fuerza el pecho de la niña, y que cuando ella trató de que soltara a la bebé, el joven se sentó encima de ella y empezó a pegarla puñetazos. La joven ha añadido que Daniel M. la tiró al suelo, donde la siguió dando patadas, y la arrastró por el pelo hacia el balcón-mirador de la habitación.
La mujer ha explicado que, en un momento dado, el acusado dejó de golpearla, cogió a la niña y miró al balcón, para poco después romper el cristal de una ventana de un puñetazo. Gabriela ha declarado que, rota la ventana, Daniel siguió golpeándola y, con posterioridad, cogió a la niña y la tiró por el agujero del cristal.
«OTRO MOTIVO NO PUEDE HABER»
La joven ha añadido que el acusado le dijo que a ella «le iba a hacer lo mismo que a su hija», y que trató de lanzarla también a ella por el balcón. No obstante, ha explicado que logró zafarse de su agresor al desprenderse de la camiseta por la que este la agarraba con la intención de arrastrarla hacia la ventana.
Gabriela O. ha atribuido el comportamiento del acusado a una reacción de «orgullo» herido ante su negativa a acceder a mantener sexo oral con él. «Otro motivo no puede haber; al no contestar a su mensaje, parece que le tocó en su orgullo», ha manifestado.
TRAUMA PSICOLÓGICO
Además, ha asegurado que Daniel M. «tenía muy claro lo que iba a hacer» con su hija y con ella, puesto que mientras la pegaba, hubo un momento en el que miró a la bebé, miró al balcón, y se acercó a la ventana para romper el cristal por el que poco después lanzó a la niña. «Las intenciones estaban muy claras», ha manifestado.
La joven, a la que el acusado clavó un trozo de cristal en el cuello, tuvo que ser hospitalizada por las heridas y el trauma psicológico causado por la agresión. Además, permaneció 200 días incapacitada para realizar trabajo alguno y, tras haber sido diagnosticada de estrés postraumático, en la actualidad sigue sin haber «superado» lo ocurrido, según ha reconocido ante el tribunal.
COMPORTAMIENTO «AGRESIVO»
Al igual que Gabriela, el vecino y propietario de la vivienda en la que residía Daniel M. ha negado, en su declaración ante el tribunal, que durante todo el tiempo en el que conoció al acusado, éste le hablara de que era un «trabajador de luz» o de que tuviera visiones sobre «el fin del mundo».
De hecho, ha afirmado que en su conducta, salvo algún esporádico comportamiento «agresivo», no había «nada que hiciese pensar» en una posible patología mental ni en que tuviera convicciones «religiosas».
El testigo ha explicado que en la noche de los hechos se encontraba en su estudio, situado puerta con puerta con la vivienda de Daniel M., y que aquella madrugada escuchó fuertes gritos y llantos de bebé. Además, ha declarado que el acusado tuvo que ser reducido por la fuerza por los policías que acudieron a la vivienda al ser alertados de lo ocurrido.