El mismo día que ingresó en la prisión de Figueres Jordi M., el presunto asesino de los dos jóvenes del Maresme en Susqueda, le contó a su compañero de celda que quien había matado a la pareja era «su hijo» y que él, como gran conocedor de la zona, le había ayudado a deshacerse de los cuerpos.
Los Investigadores de la Unidad Central de Personas Desaparecidas (UCPD), que acudieron a la cárcel alertados por la dirección después de que el preso alertara de las manifestaciones de Jordi M., concluyeron que era creíble que hubiera contado esa historia, pero no la participación directa en el crimen que le atribuía a su hijo porque todo apuntaba al padre.
Jordi M. le dijo a su compañero de celda, un preso de confianza asignado a él para evitar que se pudiese suicidar, llorando y de forma espontánea: «Yo no he hecho nada», según fuentes policiales.
El preso intentó hacerle callar en varias ocasiones pero Jordi M. estaba dispuesto a desahogarse y le dijo que el 24 de agosto, día en que desaparecieron los jóvenes Marc y Paula, «subió a pescar al pantano y escuchó detonaciones y gritos, pero pensó que eran debidos a la caza del jabalí».
A partir de ese momento, cambió su versión de lo sucedido y aseguró que aquel día fue al pantano con su hijo para regar la plantación de marihuana que tenían en la zona -en la que afirmó le ayudaba porque le hacía chantaje emocional por haber matado a su madre a tiros en 1997-.
Juntos «manipularon los cadáveres» y como él se reconoce un gran conocedor del pantano, fue quien eligió la zona donde tirarlos al agua, incluso le concretó a su compañero que les tuvieron que poner piedras a los cuerpos para que «no salieran a superficie».
Los Mossos otorgan «verosimilitud, credibilidad y fiabilidad» al relato del compañero de celda de Jordi M. porque les dio ciertos detalles que no se habían hecho públicos y que sólo conocía quien había participado directamente en la investigación, como la ubicación de dos cámaras que hay antes de entrar al pantano o detalles de la vida sexual de Jordi con su mujer.
Los Mossos conocen muchos de los detalles gracias a los micrófonos que colocaron en el domicilio de la madre de Jordi M. y en el coche de su tío, que utilizaba solamente él, y por la intervención de su teléfono fijo.