La Audiencia de Sevilla ha condenado este martes a 12 años y medio de prisión a un hombre por asesinar a su mujer en un coche abandonado del aeropuerto de Sevilla en 2016, donde la ahorcó «para no escucharla más» durante una discusión, según declaró en el juicio.
Tras el veredicto unánime de culpabilidad emitido hace una semana por el jurado, el presidente del tribunal ha dictado una sentencia en la que condena a Toader Ciprian Enache, rumano de 35 años, por un delito de asesinato, con la circunstancia agravante de parentesco y la atenuante muy cualificada de confesión.
En este caso, la mujer no pudo defenderse ni siquiera del «estrangulamiento a lazo» que le hizo su marido con una cuerda, por atrás y de forma sorpresiva, explica la sentencia, facilitada por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía.
La pareja tenía dos hijos de 14 y 13 años, a los que su padre deberá pagar 90.000 euros a cada uno y permanecerán con una hermana del condenado en una localidad de Castilla-La Mancha.
«Dada la extraordinaria gravedad y características especialmente odiosas del delito de asesinato», cometido el 1 de junio de 2016, el juez José Manuel de Paúl acuerda que el condenado no pueda acceder al tercer grado hasta que haya cumplido la mitad de la pena impuesta.
El crimen se produjo en una zona apartada del aparcamiento del aeropuerto de Sevilla y tras una discusión verbal por motivos familiares entre la mujer, que vivía en Italia, y su marido, que trabajaba en un circo ubicado entonces en Huelva.
Para cometer el crimen, la mujer estaba sentada en el asiento delantero derecho del automóvil, mirando hacia delante, en el momento en que el acusado le rodeó el cuello con la cuerda desde el asiento trasero.
En el juicio, la Fiscalía y la defensa del acusado pidieron doce años y seis meses de prisión como autor de un delito de asesinato con la agravante de parentesco y la atenuante muy cualificada de confesar espontáneamente a las autoridades el delito.
La Fiscalía, que pedía inicialmente 18 años de cárcel, rebajó su petición porque, según admitió en su declaración en juicio el inspector jefe del Grupo de Homicidios, de no haber sido por la confesión espontánea del acusado, habría pasado largo tiempo antes de que se descubriese siquiera el cadáver de la víctima.