«Una mamada son 20 euros. Un completo, 50». Es la medianoche del viernes al sábado en la calle más salvaje de Mallorca. Quizás de España. Empieza la temporada y las jóvenes nigerianas salen a la caza de turistas: «Lo vas a pasar muy bien con nosotras», susurran.
En Punta Ballena ha empezado la temporada y es el primer viernes del año con una afluencia importante, aunque no masiva. Lo curioso es que no todos son británicos, como otros años. Hay muchos argelinos, tunecinos, marroquíes y también sudamericanos. Los ingleses, sin embargo, siguen siendo mayoría.
Las ordenanzas municipales son sistemáticamente burladas: los clientes sacan las copas a la calle y muchos de ellos se pasean sin camiseta. «No está a su máximo nivel, pero es la primera noche del año con muchos turistas. Ya se nota el ambiente de verano, esto arranca», cuenta uno de los camareros, que se interrumpe de repente porque estalla el primer conato de pelea multitudinaria de la noche: veinte jóvenes que se empujan e insultan. El estallido dura medio minuto, hasta que aparecen cuatro guardias civiles y los chavales se dispersan, citándose para un lance posterior.
Cuando está a punto de amanecer, oleadas de zombis regresan a sus hoteles, dando bandazos y gritando sonidos guturales, para martirio de los vecinos. Las prostitutas africanas ya se han desplegado, en formación militar. Listas para el asalto. No será por víctimas; las hay para elegir. Y han bajado hasta los precios, en su particular happy hour: «Mamada a 15 euros, completo a 30». Se vuelven a olvidar de lo de las palizas. Unas despistadas.