Romano Riberto Van Der Dussen, el ciudadano holandés que ha pasado cerca de 13 años en la cárcel y que ha sido absuelto de una violación en España que nunca cometió, ha afirmado este domingo que «los funcionarios y profesionales (de la prisión de Palma) lloraban porque sabía que era inocente, pero no podían perder su trabajo».
«Ha sido un infierno que no deseo ni para mi peor enemigo», ha dicho este domingo este hombre que está apunto de cumplir 43 años y que ha ofrecido una rueda de prensa entrecortada por sus lágrimas en la parroquia palmesana de la Virgen de Monserrat, donde está viviendo desde el pasado jueves, cuando salió del presidio, porque no tiene adonde ir.
«En la calle nadie quiere a un violador, lo que es normal, yo tampoco lo quiero», ha aseverado Van Der Dussen, que ha agradecido profusamente el trabajo gratuito que han realizado sus dos abogados durante años para demostrar su inocencia, algo que el Supremo ha reconocido porque el ADN de la mujer violada no era el suyo, sino el de un preso británico, Mark Phillip Dixie, condenado por asesinato de una joven modelo de 18 años y por crímenes sexuales.
«Mi padre me llama diez veces al día» desde Holanda y con su hija, a la que no ha visto desde que entró en prisión, no ha hablado aún porque no está bien emocionalmente, ha reconocido, y no quiere ponerse a llorar.
«Necesito recuperarme física y mentalmente; me han jodido muy bien la vida», ha dicho este holandés que habla cinco idiomas y que, antes de ser detenido, trabajaba en un hotel Hilton en Amsterdam, de cinco estrellas, ocupándose del cátering para eventos de empresas de primer nivel.
Los abogados y él reivindican también su inocencia por otras dos agresiones sexuales que ocurrieron en Fuengirola (Málaga) una misma noche de agosto de 2003, en un margen de hora y media.
Van Der Dussen fue condenado con la única prueba del testimonio de las víctimas y los amigos con los que asegura que estaba en una fiesta a 30 kilómetros nunca fueron llamados a declarar, ha criticado. Además, la Policía sabía desde 2007, hace casi diez años, que el ADN del violador no era el suyo, ha recordado.
Vestido con camisa azul, pantalones vaqueros y náuticos, comprados con el dinero facilitado por sus abogados, este hombre ha querido mantener un encuentro con los periodistas para agradecer a sus letrado que le hayan tratado «como a un hijo», y a la Pastoral de Prisiones del Obispado de Mallorca su continua ayuda para salir adelante como una «persona humana».
Su conferencia de prensa ha tenido lugar en el mismo templo donde pocos minutos finalizaba la misa de doce de los domingos en Es Rafal, un popular barrio de la capital balear.
Además, Van Der Drussen ha pedido ayuda públicamente para ponerse a trabajar y alquilar una vivienda, y ha reconocido que no sabe utilizar ni el teléfono móvil, ni internet y que creía que aún había cabinas telefónicas en la calle.
Acompañado por uno de sus abogados y el párroco de esta sencilla iglesia y cura de la prisión, Jaume Alemany, el exconvicto ha criticado a la Justicia y la «mala praxis» de la Policía, que le acusó sin contar con pruebas, ha reiterado con rabia.
En su relato emocionado, también para los periodistas, Van Der Drussen, ha recordado de manera especial a su madre, con la que no pudo estar cuando estaba enferma de cáncer y le necesitaba. Murió sin poder verla.
Perteneciente a una familia holandesa «trabajadora, de clase media», a Van Der Dussen se le ha entrecortado la voz cuando ha recordado a su madre, que concibió a una de sus dos hijas fruto de una violación.
«Mi madre era católica, como don Jaume -el sacerdote-, por lo que tuvo que aceptarla como su hija; fue muy duro para mi madre, pero para mí es mi hermana», ha subrayado.
«No puedo irme de España siendo un violador y estando en el registro de agresores sexuales de la Unión Europea», por lo que buscará empleo en Mallorca, en el sector turístico, y «luchará» con sus abogados para que historial judicial quede «limpio», tras años de haber escuchado amenazas en la cárcel del tipo: «Vas a morir, violador de mierda». Por su seguridad ha tenido que peregrinar estos años por siete cárceles españolas.
El próximo 8 de marzo, Riberto Van Der Dussen, cumplirá 43 años. Será la primera vez en más de una década, ha dicho contento, que lo celebrará en libertad en un mundo que era «más fácil» para él cuando los teléfonos sonaban «bip, bip, bip».
Van Der Dussen ha agradecido a los medios de comunicación la historia de su encarcelamiento y ha recordado el caso de otros inocentes condenados por agresiones sexuales que jamás cometieron. «Artículos así me dieron fuerzas para seguir luchando».
Ahora, cuando sale de la parroquia a tomar un café o una «tostada con paté», nadie quiere cobrarle y le desean suerte tras la «putada y la vergüenza» que ha vivido, aseguran los ciudadanos anónimos que le desean lo mejor en la nueva vida de Roberto Van Der Dussen, que quiere ir al psicólogo para sacar afuera todo el «dolor y la rabia» que lleva dentro, pero aún no se lo puede pagar.