El hombre que murió en el asentamiento de chabolas del barrio el Amanecer de Palma el 11 julio de 2014 «no habría fallecido» de una hemorragia si no le hubieran producido un traumatismo, aunque ninguno de los golpes que recibió fue por si solo letal, según ha explicado este martes en el juicio una forense.
Una de las especialistas que hizo la autopsia, ha relatado este martes en la segunda jornada del juicio a Jan W., acusado de homicidio, que si el indigente no hubiera sido golpeado no habría fallecido aunque ninguno de los cinco golpes que recibió en la cara le produjo por sí solo la muerte, sino sumado a una caída brusca y a que tenía colesterol elevado y era alcohólico, lo que le produjo el desgarro de una arteria.
El fallecido tenía la cara «bastante desfigurada», con hematomas, edemas y contusiones faciales así como una hemorragia nasal y fractura de mandíbula, fruto de cinco golpes.
«Los golpes son de intensidad media a moderada y de entrada no justifica que sean mortales, lo que nos hizo sospechar que había una patología de base», ha explicado.
Al examinar al fallecido, las forenses apreciaron que la intensidad de las lesiones «no era tan fuerte como para producir la muerte» pero al diseccionar el cerebro detectaron que «todas las arterias tenían placas de ateroma, depósitos de colesterol, porque probablemente tuviera el colesterol alto durante años», algo también compatible «con personas con consumo de alcohol de manera pródiga que tienen una mayor fragilidad de los vasos».
La causa fundamental de la muerte que recoge el informe de la autopsia son los politraumatismos y el traumatismo cráneo-facial, y la forense ha detallado ante el jurado que el mecanismo principal que le produjo el fallecimiento fue la rotura de un vaso del encéfalo que le produjo «una hemorragia masiva».
En cuanto al tiempo que tardó en morir, ha indicado que el desgarro «es mortal en el momento que se produce, es bastante rápido, probablemente no más de una hora».
«De no haber los golpes, tampoco hubiese fallecido», ha aclarado la forense, quien ha precisado que «con el tiempo ese vaso igualmente se habría podido romper de manera espontánea, pero si no hubiese tenido el mismo traumatismo no se hubiera roto».
El tipo de traumatismo que podía matarlo era un golpe fuerte o bien «al momento de caer, la desaceleración que se produce en el encéfalo», pero que requería de alguna fuerza que lo impulsara y no un simple tropiezo. «Si no existe el traumatismo no hubiera fallecido», ha insistido.
La especialista ha manifestado que si hubiera sido una persona sana «probablemente» no habría muerto esa noche. Ante la pregunta del abogado defensor de qué probabilidad de sobrevivir habría tenido una persona de salud normal ha indicado: «en un 80 % aproximadamente, pero no hay nada exacto en Medicina».
Los análisis confirmaron el alcoholismo y que en el momento de su fallecimiento la víctima presentaba 2,4 gramos de alcohol por litro de sangre, lo que equivaldría a «que una persona normal se beba unos 15 botes de cerveza», ha dicho la perito.
Ha señalado que esa cantidad podría haber provocado un coma etílico pero no a un consumidor habitual de alcohol como el fallecido, que debía presentar una capacidad de reacción «disminuida».
Por su parte, la forense que examinó al acusado dos días después del suceso ha explicado al jurado que solo presentaba lesiones superficiales en el puente de la nariz y en la ceja derecha, y que le contó que la tarde del suceso se había bebido entre 5 y 6 cervezas de medio litro él solo y dos botellas de vodka compartidas con otros dos hombres.
Ha precisado que no tenía síntomas de alcoholismo crónico.
Varios policías que han declarado también como peritos han relatado que durante la investigación hallaron una huella de la palma de la mano derecha del acusado en la barra metálica con la que al parecer fue agredido el fallecido.
Hoy han declarado también como testigos varias personas que residen en el asentamiento del barrio del Amanecer donde ocurrió el suceso y han coincidido en señalar que el acusado, si bien no vivía allí, acudía casi diariamente y era una persona que intimidaba por su corpulencia, al medir casi dos metros y pesar más de cien kilos, por su carácter autoritario aunque tranquilo y porque se ponía agresivo cuando bebía.
Una testigo ha detallado que el día del suceso todo empezó por una discusión relacionada con el consumo de alcohol. El juicio proseguirá mañana.