«Tuvo bastante suerte. Si le hubiera golpeado cuatro o cinco milímetros más abajo, se hubiera muerto. No habría llegado al hospital». El médico que atendió en Son Espases a un policía local de Palma herido en una intervención dejó claro este lunes en el juicio por esta agresión la gravedad del puñetazo que recibió la víctima en el cuello. De un solo impacto el acusado rompió el cartílago de la laringe del agente. «Tuvo que ser un golpe de una violencia extrema. Lesiones así sólo las vemos en accidentes de tráfico o en peleas en las que quien golpea sabe que va a dejar K.O. a su contrincante», continuó el facultativo.
Tras esta declaración y la de los agentes que acompañaban a la víctima, la Fiscalía mantuvo su petición de nueve años de cárcel para el acusado por intento de homicidio y por atentado.
Cuatro agentes de la Policía Local acudieron el 21 de abril de 2013 a un local de Gomila. El dueño había avisado porque un grupo armaba jaleo. Los cuatro sospechosos fueron sacados fuera del local. Comenzaron a ponerse violentos y agresivos. Los policías les tomaron la identidad. Cuando el oficial se retiró unos metros para comprobar los datos, tres de los sospechosos aumentaron los insultos a los agentes y comenzaron a irse hacia ellos. El policía agredido apartó a uno de ellos y, según la testifical de todos sus compañeros, el acusado que hasta ese momento había permanecido a la espera se fue a por él. Le dio un único golpe en la tráquea. «Fue un puñetazo seco, contundente». El oficial al mando relató ante el tribunal que no fue una agresión más. «En treinta años de experiencia he visto muchas cosas, pero no como esta. Vino a hacer daño».
El acusado, por su parte sostiene que dio un mero manotazo al agente cuando le iban a detener, pero negó intención alguna de matarle. Eso sí, durante su declaración afirmó no recordar bien lo ocurrido porque, según dijo, había consumido una botella de hierbas dulces mezclada con tranquimazín.