Ángel Abad Torres recibió los dos tiros a menos de un metro de distancia y el segundo disparo fue para rematarlo. La autopsia practicada ayer al encargado del bar Gorli también ha desvelado que los dos disparos fueron mortales de necesidad: uno de alcanzó en el corazón y el pulmón, y el otro en el cerebro.
El cuerpo sin vida del restaurador fue trasladado el martes a primera hora de la tarde hasta el instituto anatómico forense de Palma, donde ayer por la mañana se le practicó la autopsia. Los resultados, en principio, fueron los previstos. El arma utilizada en el crimen era de pequeño calibre y no habían aparecido los casquillos en el suelo del bar, lo que daba a entender que el asesino se los llevó.
A bocajarro
El examen forense, según han explicado en fuentes policiales, ha concluido que el agresor estaba muy cerca de Ángel, posiblemente junto a él, detrás de la barra. Ya desde el principio estaba claro que la víctima conocía al asesino, ya que había unas tazas de café. Ese detalle hizo pensar a los investigadores que quizás había más de un implicado.
El primer disparo hizo que Ángel Abad se desplomara y el segundo, a menor distancia todavía, lo remató. Los investigadores creen que el asesino se acercó a él a unos 30 centímetros y le descerrajó el segundo disparo, para asegurarse de que había sido ejecutado. Sabía que si la víctima sobrevivía lo acusaría, ya que se conocían, y se aseguró de que estaba muerto.
La secuencia, de acuerdo con la reconstrucción parcial de los hechos y con los resultados de la autopsia, no duró más de unos segundos. Todo ocurrió muy rápido y el sexagenario no tuvo ni siquiera posibilidad de defenderse. De hecho, no hubo forcejeo ni pelea. Fue ejecutado a sangre fría y a bocajarro.
Una de las hipótesis que barajaban los investigadores era que el tirador fuera experto, tal y como parece que se confirmó ayer. Los dos tiros a tan poca distancia fueron muy certeros y letales, lo que daba a entender que el asesino estaba familiarizado con el arma y tenía cierta práctica.
Un dato que llamó poderosamente la atención a los policías fue que entre el 7 de diciembre y el 5 de enero pasado, un desconocido destrozó cinco veces las ruedas del coche de Ángel Abad.