Una de las víctimas del expárroco de Can Picafort investigado por delitos sexuales relató ante el tribunal eclesiástico que durante años sufrió amenazas por parte del clérigo para evitar que le denunciara. «Sus amenazas fueron que si yo decía o reconocía algo, lo pagaría, y en estos momentos me asusté ya que sólo tenía once años». La joven relató que desde que cumplío diez años comenzaron los abusos sexuales por parte del rector y que éstos se interrumpieron por una denuncia interpuesta pro un catequista. Sin embargo, hasta hace apenas dos años, el párroco mantuvo contacto con ella y la familia. Incluso acudía de forma habitual al restaurante en el que ella trabajaba.
El acusado negó estas amenazas en el proceso, al igual que el resto de abusos. Sin embargo, en la resolución eclesiástica -incorporada a la investigación penal de un juzgado de Inca- concluyó que tres menores habían sufrido abusos tanto en Can Picafort como en Cala Rajada y expulsó al sacerdote. La magistrada de Inca pidió una copia del proceso para conocer qué testimonios se utilizaron. En especial, la Iglesia acudió a varios psicólogos que, además de concluir que no padecía ninguna enfermedad corroboraron la versión de las víctimas. El padre de una de ellas declaró: «Para mí la Iglesia era un buen lugar y me fiaba».