La Guardia Civil encontró ayer por la mañana la catana con la que Catalina Frontera Hidalgo fue asesinada en la finca de Bunyola. La espada japonesa, al contrario de lo que sostenía desde el primer momento Andrés Román Galiano, el asesino confeso, no estaba en el fondo del mar en el Port d'Alcúdia, sino en la propia casa del crimen, escondida entre trapos.
Ya a finales de la semana pasada, cuando los submarinistas de la Guardia Civil (GEAS) inspeccionaron por tercera vez 'el puente de los ingleses', en el Port d'Alcúdia, quedó claro que el arma homicida no estaba allí. El propio asesino señaló el lugar donde según él había tirado la catana, pero la espada no aparecía por ningún lado. Incluso se utilizó un detector de metales muy potente, que también fue infructuoso. Los agentes empezaron a sospechar que Andrés Román mentía y este fin de semana se produjo la confirmación. El hermano del criminal, que trabaja en la finca de Bunyola y que desde el primer día ha colaborado muy intensamente con los investigadores, pudo hablar con él en prisión. Andrés, finalmente, se derrumbó y acabó contándole que se había inventado la historia del Port d'Alcúdia y que el arma, en realidad, estaba oculta en la finca, de donde nunca salió.
Ayer, los agentes de la Policía Científica regresaron a Can Polini y encontraron la catana envuelta en unos trapos, en el lugar donde el preso se lo había confesado a su hermano. El arma homicida fue trasladada al laboratorio benemérito, para ser analizada en busca de manchas de sangre y huellas. Los resultados se conocerán en las próximas semanas.