A modo de metáfora, el reloj de Lluc resume el desastre: está destrozado por fuera, pero el mecanismo sigue funcionando por dentro. Como el Santuari. Ayer, el recinto religioso se esforzaba en recobrar parte de la normalidad, entre arquitectos, técnicos y operarios que evaluaban los daños.
Hasta la semana que viene, los peritos no tendrán una estimación aproximada del valor de los desperfectos, pero fuentes del santuario ya adelantaron que podrían ser millonarios.
Estructura
La noticia positiva es que la estructura del complejo no ha resultado dañada, si bien la mayoría de cubiertas y tejados deberán ser reforzados o reparados. Durante el cap de fibló , que duró cinco devastadores minutos, volaron miles de tejas, que salieron despedidas en todas las direcciones convirtiéndose en peligrosos proyectiles. «Si el tornado llega por la mañana, esto hubiera sido un desastre. Al fin y al cabo, tuvimos suerte de que sucediera de noche», informó ayer uno de los mandos de los bomberos.
Los peritos de las compañías aseguradoras también están revisando los daños para confeccionar los informes técnicos.
Las reparaciones en el Santuari avanzan a un ritmo alto para evitar que cuando lleguen las lluvias de otoño el agua se cuele por las cubiertas sin tejas.
Árboles caídos
En la carretera de acceso al recinto religioso, numerosos árboles y ramas continuaban ayer derribados, junto a la calzada. Los operarios utilizaron sierras eléctricas para trocear las ramas caídas.
Ayer, el portavoz del Govern, el conseller Rafel Bosch, explicó que el president José Ramón Bauzá se había puesto a disposición del prior de Lluc «para todo lo que podamos hacer para ayudarles».