Melissa Álvarez y su marido han sido exculpados esta semana de la muerte de su hija Zoe. Después de casi dos años imputados primero por maltrato y después por homicidio, para la pareja terminó una auténtica pesadilla que comenzó cuando el bebé de siete meses ingresó en julio de 2010 en Son Dureta después de un accidente familiar acentuado por una rara enfermedad genética. La niña falleció en el hospital en febrero del año pasado. Pese a numerosos testimonios favorables e informes médicos poco concluyentes, Melissa no recuperó la custodia de sus otras dos hijas (de dos y tres años de edad) hasta el mes de julio del año pasado.
-¿Cómo se encuentran ahora sus dos hijas?
-Están bajo tratamiento psicológico. Tienen el síndrome del niño abandonado, lo que quiere decir que temen que les dejen solas. De un día para otro pasaron de estar en casa con nosotros a ser acogida por el Consell. Durante un mes estuvieron separadas con una familia de acogida y luego pasaron a casa de mis suegros, donde sólo podíamos ir a verlas una vez cada semana una hora. Ahora estoy con ellas y me dicen «mamá, no me dejes». O se duermen y me agarran así (Melissa aprieta el puño sobre la manga de su jersey).
-¿Qué ocurrió el 2 de julio de 2010?
-Aquel día era normal. No íbamos con las tres niñas a la playa. En un momento mi marido me avisó que la mayor se había caído encima de Zoe y que no respiraba. Ahí empezó el calvario.
-Fueron al hospital.
-Pensamos que podía ser lo mismo que había tenido la hermana mediana, pero nos salieron que no. Nos pidieron los papeles y las historias clínicas. Hasta ahí normal. Después nos llamaron que teníamos que llevar a las niñas para una prueba psicológica. Allí nos las quitaron. Nos mintieron. Nos las sacaron a traición.
-¿Zoe quedó en coma?
-Sí, estuvo ocho meses en la UCI de crónicos. Si hubiéramos tenido la custodia podría haber estado en casa conmigo. Es cierto que hubiese entrado y salido mucho del hospital, pero hubiera estado con su madre.
-¿La veían?
-Como había enfermeros nos dejaban verla (excluía riesgo de un hipotético maltrato, a las otras dos niñas siempre las tenían que ver con sus padres o supervisados por el Consell). Es algo que agradezco a la doctora porque luchó para que pudiéramos estar con ella.
-En noviembre, el Consell pide permiso al juez para no desconectar a la niña. ¿Cómo lo vivió?
-La enfermedad de mi hija se descubrió después de que muriera. Ellos querían desconectarla. Como yo no sabía lo que tenía no quería. Sentía que no podía tomar esa decisión sin tener clara la enfermedad. Al final, no decidí yo, decidió mi hija. En marzo, a las diez y media me avisaron del hospital de que había tenido una crisis y había muerto. Sé que no sufrió, pero me hubiera gustado estar con ella.
-¿A quién responsabiliza de lo ocurrido?
-No es que alguien haya fallado, es que se han apresurado. En vez de acusar tenían que haber hecho más estudios en el hospital. Culpa no le echo a nadie, pero alguien tendrá que darme una explicación. Por ejemplo, el médico de Son Dureta que me dijo a la cara que yo era una maltratadora que cómo había dejado a mi hija, ¿ahora me va a pedir disculpas? No quiero una disculpa falsa.
-¿Qué saca de todo lo que ha pasado?
-Lo que veo injusto es tener a mi hija once meses en un anatómico forense. Lo que quiero ahora es el cuerpo de mi hija (por orden judicial el cadáver se conservó por si eran necesarias nuevas pruebas). Mi luto por su muerte lo tuve que pasar sola, sin mis hijas que me hubieran dado fuerzas y sin siquiera un lugar donde llevarle flores. En este tiempo me dio para darme cuenta de muchas cosas, para aprender que hay que andar con cuidado. Ha habido quien me dijo que yo era una maltratadora y que le daba asco estar conmigo. Esa persona hoy ha visto el diario y me ha pedido disculpas. No me sirve el perdón, no juzguen. Tenéis que medir las palabras, porque si no os las tragáis.