La frialdad con la que José Bretón afrontó la desaparición de sus dos hijos llamó la atención desde el principio de la policía que hoy, diez días después, le ha detenido.
Ruth y José, de 6 y 2 años, desaparecieron, según la propia declaración del hoy detenido, en un parque de Córdoba la tarde del 8 de octubre cuando jugaban bajo su cuidado.
Sin embargo, en los diez días transcurridos desde entonces quienes han estado próximos al padre de los niños aseguran que no se le ha visto una lágrima, ni un gesto de dolor. Tan solo un rostro frío.
Algunos testigos, aparecidos tardíamente, aseguraron no obstante haberle visto «con el rostro desencajado buscando a los chicos» minutos después de que diera la alarma por su desaparición.
Bretón, que de soltero fue militar destinado en Bosnia y en Cerro Muriano (Córdoba), abandonó el Ejército y se dedicó al transporte de mercancías con un camión, hasta que se quedó en el paro.
Separado de su mujer, Ruth Ruiz, abandonó Huelva, donde mantenían el domicilio familiar, y se fue a vivir a una parcela de Las Quemadas Altas, a la orilla del Guadalquivir y muy cerca del casco urbano de Córdoba, con una amplia vivienda, propiedad de su padre y abuelo de los niños, que han sido vistos en varias ocasiones disfrutando del entorno con su abuelo Bartolomé.
Esta finca, como el río cercano, fueron objeto de investigación detallada por los expertos policiales que aún ahora tratan de localizar a los dos pequeños.
Bretón fue sometido al menos a tres interrogatorios por parte de los investigadores policiales -uno de ellos a petición propia- y siempre mantuvo la misma versión: los niños desaparecieron de su vista en un momento de distracción.
La Policía centró sus investigaciones en él, por lo que, además de la vivienda que habitaba y otra que pertenecía a la familia, fue registrado minuciosamente su vehículo.
Siempre solo, con gafas oscuras, está muy bien considerado por sus vecinos que le definen como una persona muy buena, incapaz de hacer daño a nadie, y del que no se puede esperar nada malo.
Pero Bretón no supo explicar a la Policía qué hizo en las horas anteriores a la desaparición de los niños, al parecer tras discutir con su todavía esposa que, horas después, presentaba una denuncia contra él, en una comisaría de Huelva, por maltrato psicológico, como amenazas y presiones.
Pendiente del convenio regulador que iba a detallar el régimen de visitas a sus hijos, Bretón no llevaba bien la separación de los niños, y así lo había expresado en algunas ocasiones.
Las pesquisas policiales le situaron como principal sospechoso, especialmente por su forma de proceder desde que recogió a los pequeños en Huelva.
Pese a todo, la familia materna ha pedido «prudencia y cautela» hasta que se aclaren definitivamente los hechos.