El juez envió ayer a prisión a la presunta autora de la puñalada que acabó con la vida de la mujer de nacionalidad rusa que falleció el pasado martes en Portopí desangrada por una puñalada. La imputada aseguró en su declaración que no recordaba los detalles de los hechos, dado que había consumido una alta cantidad de alcohol. De hecho, asegura que no se creía que su compañera, de 34 años de edad, hubiera fallecido: «No me hago a la idea de que yo pueda haber matado a alguien», señaló. Según respondió, había bebido mucho y lo último que recuerda es que subió a su casa para coger el ordenador porque quería enseñar a la víctima unos mensajes. Antes reconoce que mantuvieron una seria discusión con transfondo económico.
Cuando regresó al bar en el que ocurrieron los hechos, la arrestada llevaba un cuchillo encima que clavó a la víctima en la pierna, presumiblemente cuando ésta estaba sentada.
Esconder
La declaración de la imputada casa mal con la investigación del Grupo de Homicidios del Cuerpo Nacional de Policía. Los agentes sostienen que Ana K., la principal sospechosa del crimen, trató de eliminar pruebas antes de presentarse en la comisaría.
La secuencia de fotogramas de la cámara del edificio, ubicado en la calle Rafaletes, y las indagaciones policiales realizadas desprenden que la presunta agresora una vez que apuñaló a la víctima accedió al bloque con el arma del crimen en la mano y la ropa ensangrentada. En menos de un minuto, la mujer volvió a bajar y se dirigió de nuevo al bar donde se produjo el apuñalamiento, ya sin el cuchillo. Los investigadores dedujeron que el tiempo transcurrido entre la entrada y la salida de la presunta homicida fue insuficiente para que pudiera llegar a su vivienda y deshacerse del cuchillo. Tras una intensa búsqueda, se localizó el arma en el interior de un macetero enterrado.
Acto seguido, la mujer vuelve a subir y se refugia en su casa. La policía, conocedora de los hechos, se dirigió a su domicilio, pero ella no abrió la puerta.
Instantes más tarde, la presunta agresora volvió a bajar cambiada de ropa y con dos bolsas en las manos que lanzó a los contenedores. Los agentes del Cuerpo Nacional de Policía lograron localizar uno de los bultos en los que se encontraba una chaqueta impregnada de sangre. Horas más tarde, Ana K. y su novio (también detenido y puesto en libertad con cargos) se personaron voluntariamente en dependencias de la Policía Nacional afirmando que tenía constancia de que estaba siendo buscada. Inmediatamente se procedió a su detención.
La arrestada, que fue asistida en el juzgado por el letrado Pedro Cerdà, no quiso prestar declaración en dependencias policiales.