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El novio de la parricida de Maó: «La quiero mucho y espero que algún día se arrepienta»

El compañero de Mónica Juanatey sostiene que cuando conoció al niño asesinado ella le dijo que era un sobrino

César tenía 9 años cuando en 2008 fue asesinado por su madre, Mónica Juanatey Fernández. Fotos: ÚLTIMA HORA MENORCA | MONTSERRAT T DIEZ

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«Espero que algún día se arrepienta de lo que ha hecho. Yo todavía no me creo nada. Conmigo era buena, una novia alegre y cariñosa. Nunca supe que tenía un hijo, porque me dijo que César era su sobrino, y mucho menos que lo había matado». El novio de Mónica Juanatey Fernández, la parricida confesa de Maó, quiere mantener su identidad en el anonimato. Desde que le comunicaron la detención de su compañera está encerrado en la casa que ambos compartían, en la calle Sant Llorenç, conmocionado y sin dar crédito a lo sucedido. Ayer realizó declaraciones.

El novio de Mónica, nacido en Andalucía y que trabaja como vigilante jurado en Menorca, conoció a la mujer en una red social de internet, hace tres años. En marzo de 2008 la joven gallega, natural de Noia (La Coruña), se traslada a Menorca para irse a vivir con su cibernovio y deja al niño con su padre biológico, en Galicia. Luego regresa, se lo quita al padre y lo entrega a los abuelos maternos. El 1 de julio de 2008 César, el niño de nueve años, llega a Maó para pasar 10 días con su madre. «Yo conocí al niño en esa época, pero Mónica me dijo que era su sobrino y que estaría unos días en la casa. Nunca supe que era su hijo», explicó el vigilante.

Vida normal

Durante el tiempo en que César estuvo con ellos, el hombre no notó nada extraño: «Veíamos la tele y se comporta normal con él. Mónica era alegre, me trataba bien. Si se arrepiente y sale algún día, yo la esperaré».

La pareja estaba pensando mudarse a otra casa, ya que tienen un perro y la vivienda alquilada del número 91 de Sant Llorenç, en Maó, se les quedaba pequeña. Los investigadores no creen que el crimen se produjera en esa casa, sino en otra que por entonces tenía alquilada Mónica. La mujer trabajó en una panadería y en la actualidad estaba contratada en una empresa de limpieza.

Los agentes que han investigado el caso han coincidido en que su «frialdad extrema» los ha descolocado. «¿Cómo pudo seguir fingiendo una vida normal tras matar a su propio hijo y dejar abandonado el cuerpo dentro de una maleta?», se preguntaban algunos funcionarios del CNP. Además de fría, los policías la tachan de «mentirosa compulsiva» y no descartan que su confesión sobre el crimen de la bañera sea algo inexacta. En este sentido, el laboratorio de Toxicología está trabajando para intentar descubrir si hay restos de sustancias en el cuerpo del menor, lo que podría indicar que la madre lo sedó antes de ahogarlo. No obstante, el estado en el que apareció el cuerpo dificulta mucho los avances.

La parricida confesa será trasladada a la prisión de Palma, en un vuelo procedente de Menorca. Los responsables penitenciarios activarán el protocolo habitual en estos casos: la acusada permanecerá aislada un tiempo y le colocarán una presa de apoyo para evitar que se autolesione. Un psicólogo la examinará y confeccionará un informe sobre sus condiciones mentales.

Adicta

Mónica, según sus vecinos, era introvertida e incluso «arisca», pero en cambio tenía una afición que se había convertido casi en adicción: chatear por internet. Sus conocidos la recuerdan sentada siempre frente al ordenador, escribiendo a sus amigos de Galicia. César, su hijo, estuvo escoralizado en La Coruña, pero desde su colegio no pidieron el nuevo expediente en Maó, por lo que nunca se supo que no había ingresado en ningún colegio menorquín.

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