Un juzgado de Palma ha desahuciado a una inquilina que no pagaba las mensualidades del chalet de lujo que ocupaba desde hacía años. Pero la gran sorpresa fue el estado del interior del chalet: había sido convertido en una porqueriza. Los daños superan los 100.000 euros.
La escalinata monumental por la que se accede a la casa, ubicada en una zona de montaña con vistas privilegiadas, ya preludia lo que se avecina: escalones rotos, farolas que no funcionan y un hedor insoportable. Dentro, sin embargo, todo es aún peor: el chalet no había sido aireado en años y las paredes han crujido. En el suelo una capa grasienta se ha filtrado a las baldosas, que están inservibles. La cocina ha reventado, al igual que la chimenea de mármol, recuerdo pasado de la época de esplendor. Los baños se asemejan a los de un mercadillo egipcio: tan sucios que el color negruzco es el predominante. en las tres habitaciones, no hay cajonera o puerta que no esté golpeada, algunas con boquetes de varios centímetros. El orín de la veintena de gatos que tenía la inquilina, y los excrementos de los perros, se acumulan en todas las estancias. La nevera, inservible, está infestada de mosquitos. En el exterior, varios gatitos han muerto de inanición y se pudren al sol. El chalet idílico se convirtió en la casa de los horrores.