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Bombero muerto en Palma

"Pude salvar a Juanga, pero cuando fui a por Àlex me cayó el techo encima"

Pep Martorell fue dado de alta ayer. g Foto: PILAR PELLICER | Vasil Vasilev

| Palma |

«La actuación fue correcta. Nosotros teníamos localizado el fuego perfectamente y, en principio, se trataba de un incendio de escasa importancia. Estaba todo bastante controlado, pero el problema fue que, contra todo pronóstico, el fuego lo teníamos sobre nosotros, concretamente en el falso techo, y nos sorprendió a todos», relata Pep Toni Far, sargento al mando del operativo, tras recibir a un equipo de Ultima Hora en la habitación del hospital donde se encuentra hospitalizado. «Yo intuí que algo no iba bien y decidí entrar. Conseguí localizar a Juanga -en referencia a Juan Gabriel Moyá-, que estaba dando bandazos y desorientado al perder la línea de vida. El chico había acabado el aire de su equipo de respiración autónoma y se quitó la mascara. Lo cogí así como pude y lo arrastré hasta fuera. Después volví a entrar de nuevo en busca de Alex y fue cuando me cayó encima el techo. Tengo un sabor agridulce, pude salvar a Juanga, pero no a Alex», concluye. Son las 13.30 horas y somos testigos de un momento muy emotivo. Amalia, la madre de Juan Gabriel, bombero al que el sargento salvó la vida, se lanza a los brazos de Pep Toni y le dice: «No me cansaré de darte besos, eres el héroe que salvaste a mi hijo». Ambos rompen a llorar. La felicidad de Juan y Amalia, padres de Juan Gabriel, no se puede expresar con palabras.
Mientras en la tercera planta de la clínica Juaneda se encuentran los bomberos heridos, en la primera nos recibe otro de los grandes héroes del incendio, Dani Ferrer, agente de la Unidad de Intervención Inmediata (UII) de la Policía Local de Palma. Dani y su compañero Pep Martorell fueron los encargados de realizar el desalojo del edificio. «Fue muy complicado. Casi todos los vecinos eran mayores y el miedo se apoderó de ellos. Los subimos todos a la azotea y, uno a uno, tuvimos que desplazarlos por los tejados hasta las terrazas de los edificios colindantes debido a la toxicidad de la humareda. Si no lo hubiéramos hecho ahora estaríamos todos muertos», relata el agente.
«Hubo un momento en que nosotros nos tuvimos que quitar nuestros equipos de respiración y dárselos a los vecinos. Había dos bebés que tuvimos que tapar y sacar de sus viviendas. Fueron momentos de mucha tensión», concluye.
Durante toda la jornada no cesan de recibir visitas. Los médicos son optimistas y señalan que los dos heridos evolucionan favorablemente.

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