«No voy a pagar lo que he hecho en toda la vida. Lo hice sin maldad; no quise matar a nadie. Sé que no tengo perdón y soy consciente de lo que hice ya que soy padre de dos hijos». Con estas palabras, Andrés Heredia, el hombre que conducía el vehículo robado que mató al joven Guillem Calvó en la calle Aragón en abril de 2009 cerró el juicio por el atropello, que ocurrió cuando trataba de huir de la policía en un coche robado.
El principal acusado pidió perdón a la familia del fallecido, presente en la sala, en su turno de última palabra. Antes, las distintas partes habían realizado sus informes. El debate en el juicio se centra en el alcance de la conducta de Andrés Heredia. La Fiscalía y la acusación particular califican los hechos como un delito de conducción temeraria, dado que, a juicio la fiscal Victoria Mulet, el acusado actuó con un «consciente desprecio para la vida de los demás». Por su parte, el letrado de la acusación particular, Antoni Turgores, incidió en la alarma social causada por el caso, que llevó a reunir más de 26.000 firmas para pedir un endurecimiento de las penas por este tipo de delitos.
Por su parte, el abogado de la defensa, Pedro Cerdà, defiende la absolución de Heredia. Si bien concuerda lo principal de los hechos, sostiene que debe aplicarse un eximente por toxifrenia. De forma alternativa, pide que se califiquen los hechos como un homicidio imprudente y se tengan en cuenta los atenuantes de toxifrenia y de confesión ya que Heredia se entregó el día siguiente de los hechos. En ese caso pretende que se califiquen los hechos como homicidio imprudente y recordó que la conducción temeraria se creó para penalizar a conductores suicidas Tanto la Fiscalía como la acusación particular rechazan ambos atenuantes.
El caso quedó ayer visto para sentencia y en la sesión se plasmó el acuerdo entre el Ministerio Público y la defensa del copiloto del vehículo que será condenado a una pena de trabajos en beneficio de la comunidad por hurto de uso de vehículo.