«Hay una conductora que hace eses en Capitán Salom a la altura del número 54, vamos a interceptarla». A las dos y media de la madrugada Palma es una ciudad dormida. Y fría.
Los agentes de la Policía Local indican a un Renault Clío que se pare en el arcén, para identificarla. Tienen sospechas de que se encuentra bajo los efectos del alcohol, y tienen la intención de someterla a la prueba de alcoholemia.
Al volante se encuentra una señora de mediana edad, de aspecto normal, que hace caso a las primeras indicaciones de los agentes y se desvía al carril derecho, donde estaciona correctamente. Un policía se le acerca y le pide que saque las llaves del contacto y que se apee del turismo. Es entonces cuando la conductora adopta una actitud de lo más extraña: se cierra con el seguro por dentro y pone la música a tope. En concreto a Bon Jovi.
Van llegando más funcionarios de apoyo y cierran al Clío por delante y por detrás, en previsión de que la conductora realice una maniobra brusca e intente darse a la fuga.
Está rodeada, sin escapatoria posible, pero se niega a abrir la puerta. Desde dentro, con la música que llega atronadora al exterior, indica a los funcionarios que no les entiende. «Por mucho que se haga la sorda al final tendremos que romperle el cristal del coche y será peor», le advierte uno de los uniformados, perdiendo la paciencia.
«Es mi casa, no podéis entrar», les replica la mujer. Ha cambiado de asiento y se ha acomodado en el del copiloto. Ha pasado media hora y una decena de agentes han pasado ya por Capitán Salom, interesándose por el caso. Al final, el oficial da la autorización y con un golpe seco el cristal se desintegra. La ocupante está perdida. Es detenida y aún pregunta por su perro, que ha permanecido tranquilamente durante todo el enroque de la conductora. La esposan con las manos a la espalda y la introducen en el furgón. Sigue llegando Bon Jovi, a lo lejos. ¿It's my Life, quizás?