Cuatro días después del accidente del avión de Spanair en el aeropuerto de Barajas todavía quedaban por identificar a 91 de las 154 víctimas mortales, un proceso que «está costando más» de lo inicialmente previsto, según reconoció ayer el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba.
Tres laboratorios trabajan en la identificación de los cuerpos: el de Guardia Civil, el de Policía Nacional y el de Instituto Nacional de Toxicología, contrastando huellas dactilares y muestras de ADN.
Ismael Rodríguez, allegado de uno de los fallecidos, explicó tras la reunión en el hotel Auditórium entre las familias de las víctimas y responsables de la Guardia Civil y Protección Civil que la demora se debe a que hay muestras de ADN que «no están en el mejor estado posible», lo que obliga a recoger más material biológico.
Para el ministro del Interior, «la celeridad en este proceso es un principio que hay que respetar al máximo, pero también la seguridad en la identificación de las víctimas», por lo que ayer no ofreció plazos. «Tenemos que estar seguros de que lo que digamos a las familias es la verdad», subrayó tras visitar en el hospital Niño Jesús a a un niño de ocho años que se recupera de las lesiones que le provocó el siniestro aéreo del pasado miércoles.
Las familias pueden sufrir un «proceso de insatisfacción, frustración y enfado» si se crean «expectativas» a los familiares sobre la conclusión de la identificación de las víctimas que luego no pueden cumplirse, advirtió la psicóloga del Samur María Dolores Rolle que presta ayuda a las personas que esperan resultados en el cementerio de La Almudena.
Conversaciones
Los familiares de las víctimas nunca podrán conocer las conversaciones de los pilotos que están grabadas en las cajas negras del aparato MD 82 porque están sometidas a «un código de confidencialidad». Así lo aseguró el subdirector de Spanair, Javier Mendoza, al cerca de centenar de familiares de víctimas del accidente con los que se reunió durante una hora en el Hotel Auditorium de Madrid y a los que mostró unas diapositivas de cajas negras y croquis sobre su ubicación en un avión de las características del siniestrado. «Las grabaciones, nunca se harán públicas», insistió Mendoza, que ha precisado que únicamente servirán para avanzar en las investigaciones que llevan a cabo la comisión creada a tal efecto por Aviación Civil y el Juzgado de Madrid encargado del caso.
Un avión MD-82 de Spanair que realizaba el trayecto Barcelona-Lanzarote, y en el que viajaban 141 pasajeros aterrizó en el aeropuerto de Málaga debido a un problema técnico, según informó un portavoz de la compañía. El avión había salido del aeropuerto de El Prat a las 8.00 horas y «al detectarse un pequeño problema, el comandante decidió aterrizar, con total normalidad, en el aeropuerto de Málaga». No obstante, y para restar importancia al incidente, desde la aerolínea aseguraron que «es muy habitual en cualquier vuelo que, por precaución, se actúe de esta manera». El aparato fue revisado y está previsto que hoy se reprograme el vuelo. Otro avión de Alitalia de la misma familia de los MD-80, que cubría la ruta Málaga-Roma demoró su salida, programada para las 18.10 horas de ayer, por un problema técnico. Los pasajeros desembarcaron a la espera de fijarse una nueva hora para el vuelo.
Un total de 70 personas murieron ayer al estrellarse un avión Boeing-737 junto al aeropuerto internacional de Manás, en las afueras de la capital kirguís, Bishkek, tras despegar con destino a Irán. «Según datos preliminares, de las 90 personas que había a bordo sólo 20 sobrevivieron y fueron hospitalizadas», dijo el primer ministro de ese país de Asia Central, Igor Chudínov, según la agencia rusa Interfax.
Con anterioridad, el departamento de Aviación Civil había cifrado en 25 el número de supervivientes y señalado que el resto de los 90 pasajeros y tripulantes del avión perecieron en las llamas, que devoraron totalmente el aparato.
El jefe del Gobierno kirguís informó de que en el avión había 7 tripulantes y 83 pasajeros, incluidos 51 ciudadanos de Irán, Turquía, Canadá y China, además de kirguises.
Chudínov precisó que entre los sobrevivientes están los siete tripulantes del avión y añadió que, según datos preliminares, la catástrofe ocurrió debido a una despresurización en el interior de la nave aérea. Explicó que nada indica que a bordo se produjera una explosión, y que el avión, fabricado en 1979, estaba en buenas condiciones técnicas, pues tenía prolongado el plazo de vida útil y hacía un mes había pasado una revisión completa.
El primer ministro kirguís acudió al aeropuerto de Manás, donde fue instalado un centro de crisis.
La portavoz del ministerio de Sanidad, Elena Bayalínova, había dicho a Interfax que, según los médicos de urgencias, en el lugar de la catástrofe había muchos heridos con graves quemaduras.
El ministerio movilizó las 14 ambulancias que tenía disponibles para trasladar a los heridos del aeropuerto hacia la capital kirguís, separados por una distancia de 30 kilómetros.
Fuentes del ministerio de Situaciones de Emergencia de ese país de Asia Central informaron de que durante el despegue del Boeing-737 se produjo un fallo técnico.
El capitán de la nave decidió regresar al aeropuerto, pero durante el viraje el avión se desplomó sobre un campo de labranza, ubicado junto a la localidad de Dzhangui-Dzher, cercana al aeropuerto.