JULIO BASTIDA
Hace más de un año que los vecinos de la zona del mercado de Pere Garau de Palma tienen que aguantar, día tras día, las agresiones verbales, el mal olor y los excrementos humanos de un minusválido que tiene su residencia en la calle Gabriel Llabrés.
El hombre, de unos 60 años de edad, no tiene ningún reparo en apalancarse en la puerta de un conocido supermercado de la zona y pedir de manera intimidatoria la limosna a los clientes. En el supuesto caso de no recibir la ayuda solicitada, el vagabundo comienza su recital de insultos, amenazas y descalificaciones. En algunas ocasiones incluso hace ostentación de un cuchillo de grandes dimensiones. Otras veces, en cambio, con una muleta intenta alcanzar a su víctima a golpes.
Los vecinos de la zona no pueden más. Hemos contactado con algunos residentes de la zona: «Esto es una vergüenza, aquí nadie hace nada para evitarlo y se ha convertido en un espectáculo lamentable para los clientes y todos los vecinos. Tendría que venir una televisión nacional para hacer un reportaje y así vería toda España la verdadera imagen de las calles de Palma», comenta María, una vecina de la zona que quiere mantener su anonimato por miedo a que el vagabundo la agreda.
Los comerciantes son unánimes en sus acusaciones: «No hacen nada para evitar esta situación. Hemos llamado a la policía, a la asistenta social del Ajuntament de Palma e incluso se han presentado denuncias. Unos por otros y las casa sin barrer. La actuación de la asistenta social del Ajuntament es lamentable, la tendrían que despedir por no ser capaz de ofrecer una solución. O mejor, que se lo lleve a la puerta de su casa a ver si tardaría mucho en solucionar el problema», afirma Pep, un comerciante de la zona.
Mientras la situación se complica por momentos, el hombre deja su silla de ruedas junto a los vehículos de la zona ORA y realiza sin temor a nada ni a nadie sus necesidades fisiológicas en plena luz del día.
«Los barrenderos que honradamente realizan su trabajo a diario, llegan a primera hora de la mañana para barrer la calle y se encuentran con los excrementos humanos de este individuo. A veces tienen que meterse en los baños de un bar próximo para vomitar. Otras veces les entran arcadas del asco que les da tener que limpiar sus inmundicias. Es una vergüenza», apunta otro propietario de un negocio en esta calle.
Al parecer, la situación de sanidad en la que convive el minusválido es demencial. Algunos días una ambulancia de la Cruz Roja se acerca hasta la zona y le hace curas en las piernas, pero él no tarda en deshacerse de las vendas que le ponen y con un cuchillo se quita las costras de la herida.
Al tratarse de un alcohólico, los responsables de los comercios le tienen el acceso prohibido, por eso utiliza a otros vagabundos para que entren a las tiendas y le compren sus dosis de alcohol.
Las ordenanzas municipales del Ajuntament de Palma en la que se prohibe orinar o defecar en la calle parece que tienen una excepción con el vagabundo de la calle Gabriel Llabrés de Palma. Los agentes, según los vecinos de la zona, afirman que el caso está en manos de la asistenta social del Ajuntament. Mientras tanto, los residentes de la zona llevan más de un año aguantando los insultos, amenazas y olores.